martes, 19 de junio de 2018

Por qué es imposible que exista El Cielo.

El término Cielo al que me voy a referir en esta entrada hace referencia a la creencia popular de que existe un lugar de gozo, paz y felicidad infinita y eterna en el que te reúnes con tus seres queridos. No necesariamente me voy a referir al Cielo de la tradición Cristiana, que más de una reunión con los seres queridos habla de una reunión con Dios. Si no existe el Dios Cristiano, es obvio que ese Cielo tampoco existe. Para leer cuestiones sobre la existencia de Dios (y demás temas que de ésta se derivan), podéis leer El espejismo de Dios de Richard Dawkins. Sólo voy a hablar de la creencia popular, esa que te dicen desde que eres pequeño, de que cuando mueres vas a un lugar en el que estarás tranquilo, de que las personas que ya se han ido nos ven desde allí, y de que luego todas se reúnen para estar felices. Bien, ese lugar hipotético de la creencia popular es el que a partir de ahora me referiré como Cielo. No me voy a extender en discusiones filosóficas, simplemente voy a mencionar algunos ejemplos que vuelven contradictoria, y hasta perversa, la definición dada anteriormente. Vamos directos al grano. 

- Ejemplo primero: Supongamos dos personas, Pedro y María. Pedro está obsesionado con María de una manera hasta patológica (aunque no es necesario que sea de manera patológica para que sirva de ejemplo, sólo más ilustrativo). Su único ideal de felicidad es estar con ella. La acosa todos los días con mensajes a pesar de que hace tiempo que María ya lo ha bloqueado, llama al teléfono fijo de su casa (teléfono que María jamás le ha dado y a cada hora se pregunta cuántos más detalles de su vida habrá averiguado el tal Pedro por su cuenta), aparece a la salida de su trabajo para preguntarle si quiere quiere que la acompañe a casa. María ya le ha dicho abiertamente que lo rechaza, pero Pedro tiene una obsesión con ella que ninguna negativa podrá disipar. Un día, a Pedro lo atropellan por la calle. Tomando la definición de Cielo como un lugar de felicidad eterna en la que te reúnes con las personas que te importan ¿cómo debe ser el Cielo de Pedro? Según esa definición, la única manera de que Pedro experimentase el Cielo sería que María permaneciese con él durante toda la eternidad. Así encontramos que, por definición, la idea del Cielo de Pedro anula forzosamente la idea del posible Cielo de María, en tanto que para garantizar los rasgos definitorios del Cielo en el Cielo de María, es decir, tranquilidad, felicidad y seres queridos, Pedro no puede estar presente. Para escapar de esta contradicción lógica se me ocurren dos subterfugios: El primero, decir que Pedro no ha sido lo suficientemente bueno como para merecer ir al Cielo. Esta afirmación es perversa, ya que implica que si alguien es bueno contigo forzosamente tienes la obligación de enamorarte de él. Puse a alguien acosador para que fuera ilustrativo, pero basta imaginar a alguien que es muy bueno con otra persona de la que está enamorado y esa segunda persona no siente ninguna atracción por él. Ninguna culpa ni mal acto hay en ninguna de las dos personas para que no merezcan ir al Cielo, pero imaginar el Cielo del primero con la segunda persona sería tremendamente egoísta y anularía de nuevo el hipotético Cielo de la segunda. El segundo subterfugio sería argumentar que es posible que en el Cielo de Pedro esté María, pero que en el Cielo de María no esté Pedro. A partir de ahora, me referiré a este subterfugio como el argumento del trasunto. Si en el Cielo de Pedro hay una María pero María tiene un cielo propio en el que no está Pedro ¿Quién es la María del cielo de Pedro? Las personas que gustan de creer en la hipótesis del Cielo hablan también del alma, que, aunque cada uno la define de diferentes formas - en un espectro que va de una descripción absolutamente religiosa hasta hablar únicamente de energía biológica que proporciona vida pero que no tiene nada que ver con ningún culto religioso -, la mayoría coincide en que es lo que define la esencia de cada uno. De este modo, se infiere que el alma no puede ser divisible, ni duplicable, y que es única. Esto entra en confrontación con el argumento del trasunto. 
figura 1
Me recuerda al problema del alma para las personas que creen en la reencarnación de la almas humanas cuando se enfrentan al hecho de que cada año la población humana tiende a aumentar (ver figura 1). ¿Qué significa esto? ¿Que se crean nuevas almas o que éstas se van dividiendo y cada uno posee una milésima parte de un alma original? La única manera de salir airoso de esto es decir que la María que hay en el Cielo de Pedro no es, en realidad, María, en tanto que no es su alma, sino una imagen fiel de ella, esto es, un trasunto. Al margen del debate de las almas, en la esencia en vida de María estaba su rechazo a Pedro. Si en el Cielo de Pedro María no lo rechaza (y no puede rechazarlo porque entonces dejaría de ser el Cielo de Pedro) significa que no es María sino un trasunto de ella, pues su esencia no puede existir en ese Cielo. Se trata de una imagen de María hecha para satisfacer los deseos de Pedro, pero no se trata de María. Por tanto, es lógicamente imposible que Pedro esté con sus seres queridos y sea feliz en el Cielo, sólo con una imagen engañosa e irreal. Así, es imposible que el Cielo exista tal y como ha sido definido. 

- Ejemplo segundo: Para este ejemplo, más breve que el anterior, me voy a centrar en la parte de la definición del Cielo como un lugar tranquilo, de paz y felicidad eterna. También con el hecho de que las personas que están en el Cielo puedan contemplar a las que están vivas. Esta última creencia es muy importante para estos ejemplos en relación a la imposibilidad de paz y felicidad asegurada, ya que tiene como consecuencia que, aunque el Cielo sea eterno, las personas que lo habitan perciban el tiempo tal y como lo perciben las personas vivas pues contemplan a las personas vivas en un marco temporal, de la misma manera que se demostró que el tiempo durante los sueños de la fase REM no es relativo (todo aquello de que un minuto en la vida real equivale a 60 minutos de narración onírica por la relatividad de la actividad mental) ya que el movimiento ocular de la fase REM (que de hecho REM significa movimiento ocular rápido en español) viene del seguimiento de los ojos a las imágenes de los sueños. Supongamos una persona de ochenta años que quiere con locura a su nieta de diez años y le desea, como es lógico, lo mejor en la vida. A esas alturas (a los ochenta años), poco le importa más que el hecho de que sus seres queridos sean felices. Él, piensa, ya ha vivido lo suyo. Como si se muere al día siguiente. Y así ocurre. Un día muere rápidamente a causa de un infarto. En el cielo, tal y como lo hemos definido, podrá observar a sus seres queridos que aún viven. Va presenciando cómo su nieta va creciendo poco a poco. Y un día, cuando su nieta tiene catorce años, es violada por tres hombres en un callejón mientras volvía del colegio. ¿Cómo es posible que alguien que sostiene que las personas que están en el Cielo ven a quienes están vivos sostengan también que en el Cielo sólo existe la tranquilidad, la paz y la felicidad? Recordemos que, en tanto están observando, el tiempo transcurre igual para la persona que está en el Cielo que para la persona que es observada en vida. Quizá la nieta quede traumatizada de por vida, sea maltratada por parejas futuras, termine cayendo en la drogadicción o hasta la automutilación para huir de pensamientos que para ella sean más dolorosos. Tal vez se de a la bebida o desarrolle un cáncer que la obligue a ir el resto de su vida con una bolsa pegada al cuerpo, o intente suicidarse con el coche pero se quede en cama llorando todos los días hasta que muera a los noventa y cinco años. ¿Todos esos años de sufrimiento, el abuelo, que lo ha estado contemplando y era alguien a quien quería con locura y su mayor deseo era que le fuese bien en la vida, estará feliz sólo por el mero hecho de estar en el Cielo y que éste se defina así? El único subterfugio que se me ocurre para esto es lo que llamaré el argumento del despojo. Es decir, argumentar que una vez que vas al Cielo eres incapaz de sentir sentimientos "malos" como la tristeza, la frustración, la preocupación, la envidia, la angustia, el dolor, la ira, etc. O lo que es lo mismo, que al entrar al Cielo te despojas de tu esencia ya que todos esos sentimientos son sentimientos válidos que forman parte de cada uno y que nos ayudan a construirnos como personas (a veces para bien y otras para mal). Tener un dinamismo emocional flexible y reaccionar a lo que nos ocurre o lo que les ocurre a los demás, tener empatía, ser capaz de ponernos en el lugar del otro y experimentar sus emociones es lo que nos hace humanos. Por tanto, si al ir al Cielo pierdes todo esto, tú nunca irás al Cielo. No sé qué irá, pero tú no, porque estás despojado de tu esencia o de parte de ella. Irá, de nuevo, una imagen artificial que ha perdido la capacidad de preocuparse por aquellos a los que quiere, y que es capaz de sentirse en paz aún contemplando como la persona que más quiere está viviendo un infierno. 

- Ejemplo tercero: Siguiendo con la creencia de que quienes están en el Cielo nos observan. Supongamos que A quiere mucho a B. B puede ser su hermano, su amigo, su pareja, etc. Da igual. Por supuesto, B también quiere muchísimo a A. Son personas muy importantes la una para la otra y, por tanto, sus almas compartirán el mismo cielo eternamente algún día. Sin embargo, A es una persona de principios muy fuertes y B hace algunas cosas en su vida que le oculta deliberadamente, porque sabe que si A se entera probablemente no volvería a dirigirle la palabra. Puede ser cualquier tipo de cosas. Corrupción, conductas sexuales, adulterios, etc. ¿Qué ocurre entonces cuando A muere y contempla todo lo que B quería ocultarle? Si el cielo es un lugar de paz, felicidad y gozo eterno, A no tendrá ningún pensamiento negativo hacia B al descubrirlo y cuando B muera estarán juntos en el Cielo. Pero eso es de nuevo el argumento del despojo, esto es, para que esto ocurra A ha sido despojado de sus principios, que tenían una cualidad definitoria, por tanto A ya no es A en tanto que ha perdido su esencia. En el caso de las personas que crean que en el Cielo sí se pueden experimentar las emociones negativas, caerán forzosamente, como en el primer caso, en el argumento del trasunto, ya que en el Cielo de A no estará presente B pero en el cielo de B, si está presente A, será una imagen irreal, no podría ser su alma. 

Ya hemos visto cómo es imposible que exista el Cielo tal y como es definido popularmente o, si existe, cómo es imposible acceder a él, dado que para ir tienes que dejar de ser tú y, si es así, por lógica, tú no vas al cielo. Vamos a ver un cuarto ejemplo que aúna los dos primeros y que también necesita del argumento del trasunto y del argumento del despojo, argumentos que, como ya se ha visto, para ser aplicados forzosamente niegan la definición popular del Cielo.

- Ejemplo cuarto: Tenemos a Clara, una huérfana que creció en un hospicio y no estableció un vínculo afectivo con ninguna de sus cuidadoras ni con el resto de huérfanos con los que se crió. La única persona con la que creó un vínculo afectivo fue con Andrés, a quien conoció a los 16 años y que se convirtió en su pareja. Clara y Andrés eran muy felices juntos. A los veintitrés años decidieron casarse y a los veinticinco tuvieron un hijo. Aquellos fueron, para Clara, los años más felices de su vida. Cuando el niño, a quien Clara quería con locura, tenía sólo cinco años de edad, la familia tuvo un fuerte accidente de carretera en el que Clara perdió la vida. 
Andrés y su hijo lo pasaron fatal, sobre todo Andrés, pues el hijo era aún pequeño en el momento del accidente. Pero los años fueron pasando y poco a poco se iban sobreponiendo a la pérdida. A los 34 años, Andrés conoció a otra persona con la que rehízo su vida. Se llamaba Juana. El hijo no tardó en llamarla mamá. Juana, Andrés y el hijo fueron felices el resto de su vida. 

¿Cuál es el cielo de Clara?

Mientras Andrés y su hijo seguían con vida ha contemplado todo su sufrimiento y todos los momentos malos de sus vidas y los ha padecido con ellos. Ha sufrido también, más allá de la empatía, viendo cómo Andrés se olvidaba de ella progresivamente con otra persona con la que mantenía relaciones y cómo su hijo iba formando vínculos afectivos con esa misma persona. Pero Juana no tiene culpa de nada. Por supuesto, Clara tampoco. Una vez todos vayan al Cielo ¿Estará Clara con las únicas dos personas que fueron importantes para ella? Seguramente no. ¿Debemos culpar a Juana? Tampoco. Y seguramente esta última certeza le provoque angustia a Clara durante toda la eternidad. 

Otros problemas

Más allá de los laberintos lógicos de la definición del Cielo que obligan a utilizar los subterfugios del trasunto y del despojo y que en sí mismos niegan el propio concepto del Cielo que hemos visto en los ejemplos existen otros problemas en el planteamiento del Cielo. 

- El problema de la edad: ¿Cómo están representadas las personas en ese Cielo del que se habla? ¿Están con su mejor edad? Si en una pareja uno de sus miembros considera que su mejor edad fue a los cuarenta años y el otro considera que fue a los quince ¿Se tratarán de la misma manera? ¿O en el Cielo tienen la misma edad que tenían al momento de morir? ¿No generará esto tristeza a algunas personas a las que les horrorizaba el aspecto que adquirieron con la edad?

- Alzheimer y más: Si una persona fallece tras quince años de Alzheimer ¿Recordará esos años perdidos una vez en el Cielo? ¿O seguirá teniendo Alzheimer en el Cielo? De tener, en el cielo, una mente completamente sana, implicaría que la mayoría de cosas como la identidad, los recuerdos, el afecto, las emociones, etc, no dependen de la mente sino que están intactas en el alma. ¿La esencia precede a la existencia, entonces? Lo dudo mucho. La psicología experimental ha demostrado una y otra vez los procesos fisiológicos observables que subyacen a todo eso. Lo mismo ocurriría, por ejemplo, con la esquizofrenia. ¿Una persona esquizofrénica que ha padecido la enfermedad desde su adolescencia dejaría de experimentarla en el Cielo? Pero ¿Cómo es eso posible, si todo lo que rodeó la enfermedad conformó su identidad?

Figura 2
- El cielo es eterno, pero las culturas cambian: Y ¿Qué pasa, por ejemplo, con el hombre de las cavernas? ¿Cómo podría extraerse felicidad de una eternidad de un hombre que no busca más que satisfacer el escalafón más bajo (y quizá algo del segundo escalafón más bajo) de la pirámide de Maslow (figura 2)? Y, por supuesto, todo ello está asegurado en el Cielo, pues no buscaban más que la supervivencia. Podían experimentar la alegría como emoción, pero la felicidad como estado eterno depende de una capacidad simbólica, lingüística y sobre todo cultural que no existía para ellos. ¿Acaso, a pesar de ser seres humanos, para ellos no existe el Cielo? 

No culparé a quien diga que todo lo que hay aquí escrito no tiene ningún sentido. Al fin y al cabo, como dice Saramago, la esperanza es como la sal. No alimenta, pero le da sabor al pan. 

domingo, 20 de agosto de 2017

No se me da bien echar de menos

He de reconocer que no se me da bien echar de menos. El verano ya se ha ido, llevándose tantas cosas con él... recuerdas, recuerdas la playa, el aire lleno de salitre y promesas oscuras que se desvanecían con un beso aderezado en un quizá. A ti nunca te bastó con escribir poesía, siempre quisiste serla. Y ahora, en este parque los dos, las hojas duras de oro crujiendo bajo nuestros pies, una tácita advertencia amarga, una llamada de atención, una petición egoísta del otoño exigiendo el deletéreo olvido de un paisaje azul y blanco horadado por la miel de tu cuerpo atezado bajo el sol... hoy todo es ayer y nada es mañana.
Pero no, no, no. Porque sigues a mi lado y ¿Ves esa hoja caer? Es de las últimas que quedan en el árbol. Sí. Y qué temprano se va poniendo el sol ahora ¿verdad? cada vez duran menos las tardes.
¿Cómo era eso que decías en la arena? Ah, sí, decías que la vida era como un gran aforismo que nunca alcanzábamos a comprender del todo. A veces cazabas mariposas y, otras, te gustaba cazar verdades. A mí también me gusta atesorarlas. Es verdad que el ocaso llega todos los días pero también es verdad que siempre vuelve a llegar el alba. Es verdad que un final feliz es sólo un oxímoron aliterado y que tal vez un final triste sea una tautología, pero también es verdad que se puede encontrar el amor en Roma aunque sea lo contrario. Es verdad que lo primero que se pierde es la ausencia y lo último que se pierde es la presencia. Y es verdad que tú en mis brazos, y mis labios en los tuyos, y nuestro beso en el recuerdo y en mis recuerdos tú. Es verdad que ya va haciendo frío, que deberíamos volver a casa ¿No?
¿No?
Lo que no es verdad...
Giro la cabeza y te busco con la mirada.


A veces me gusta imaginar que aún caminas a mi lado y le hablo así a tu ausencia.






#AmoresDeVerano

sábado, 22 de julio de 2017

Pequeño acto (de amor)

Un joven apuesto está de pie en mitad de una plaza. Tras él hay un banco donde descansa un hombre mayor. El otro banco está vacío. El joven parece muy excitado. Se acerca al borde del escenario e hincha sus pulmones antes de hablar.

EL JOVEN
(Al público)
Ni siquiera sé su nombre
pero una cosa sí es cierta:
de cuantas he conocido
es sin duda la más bella.
¡Cuán hipnótico resulta
el caminar de sus piernas!
¡Cuán intenso es el mirar
desde esos ojos de almendra!
¡Y cuán tiernos sus labios
cuando sueño que me besan!

EL VIEJO
¡Ah! Pareces bien prendado
de una bella jovenzuela.

EL JOVEN
(Sobresaltado por la intervención del viejo. Lo mira antes de hablar)

Yo diría enamorado.

(En ese momento la chica entra por el otro lado del escenario, el derecho. Se sienta en el otro banco y comienza a leer un libro)

                ¡Oh, es ella!
La quiero desque la vi
y mi corazón la anhela.
Y tal vez pregunte usted
¿Pues cómo, sin conocerla?
No es difícil de explicar,
lo entenderá usted al verla.
¿Cómo puede un corazón
soportar tanta belleza?

EL VIEJO
Por un motivo muy simple
no entiendo yo de belleza
y es que desde que nací
yo padezco de ceguera.

EL JOVEN
¿Cómo puede un corazón
soportar tanta tristeza?

EL VIEJO
Si bien es cierto que es duro
no es tan triste como piensas,
pues aunque todo esté oscuro
no me siento entre tinieblas
y no sufro así de vista
ningún engaño ni treta.

EL JOVEN
¿Y cómo me iba a engañar
mi vista, tan fija en ella?
¿Acaso no iba a saber
descubrir una careta?
¿Acaso es su pretensión
insultar mi inteligencia?

EL VIEJO
No dije yo que a tu vista
importancia no concedas,
pero tampoco te dejes
solamente guiar por ésta
y cometas el error de
juzgar por apariencias.

EL JOVEN
No sé por quién me ha tomado.
¡Voy a hablar con ella!

EL VIEJO
Que tengas suerte, muchacho.
Si no fuera como esperas
y quisieras un abrazo
Aquí estaré, a tu vera,
sin prisa alguna, sentado.

EL JOVEN
(Exasperado)
¡Pero cuánto desparpajo!
¿Por qué iba a rechazarme ella?
Soy un muchacho agraciado,
apuesto y con entereza.
Y aún así, si es que fracaso
¿Quién te ha nombrado albacea
de mi sueño hecho pedazos?
¿O es que eres la panacea
del corazón destrozado?
Viejo ciego, no te creas
que puedes darme un sermón.
¿Qué de ti la gente espera?
¿Qué sabes tú sobre amor?

EL VIEJO
Si al mirar buen uso dieras
habrías visto que en la mano
llevo anillo de casado
y desde antes que nacieras.

EL JOVEN
                Me marcho

EL VIEJO
                ¡Espera!

EL JOVEN
¿Qué quieres? Me estoy hartando.

EL VIEJO
¡Que muy buena suerte tengas!

El joven se dirige a la chica y se sienta a su lado, en el otro banco

EL JOVEN
¡Hola! Te vi aquí sentada
y he notado en mi interior
que algo intenso despertaba
y yo creo que es amor.

LA CHICA
(Cerrando el libro y mirándolo de arriba a abajo)
¿Sólo me amas con los ojos
o igual con el corazón?

EL JOVEN
Y también con los oídos
amo el timbre de tu voz.
¡Dime que también me quieres!
¡Dilo bien alto y marchémonos!

LA CHICA
Pero si no te conozco
¿Cómo iba a quererte yo?
Mis ojos sí que te han visto
pero mi corazón no.
Lo único que de ti sé
haciendo uso de razón
es que me has interrumpido
mientras leía un buen autor.
¡Cuánto te importa mi cuerpo
y cuán poco mi pasión!

La chica se levanta y camina con paso resuelto hasta desaparecer por el lado izquierdo del escenario. El joven la sigue, pero se detiene al lado del banco y, abatido, se sienta junto al viejo.

EL JOVEN
No lo entiendo ¿Qué ha pasado?
¿Me juzgó por la apariencia?

EL VIEJO
¡Oh, no! Todo lo contrario.
Quien no juzgó ha sido ella.
Se habría ido a tu lado, si
sólo por tu aspecto fuera.

EL JOVEN
¿Entonces todos debemos
 juzgar por apariencias?

EL VIEJO
O que ninguno las juzgue.
En ambos casos habrá amor:
En unos puede que dure (le pone al joven su anillo de casado delante de las narices)
y en otros puede que no.


Telón.



Manuel Murillo de las Heras

lunes, 29 de mayo de 2017

El último escrito de la palabra sin nombre

Soy una palabra, una de las casi 100.000 palabras que tiene nuestro idioma, y mi nombre es Amor. Y estoy cansada. Quiero cambiarme de nombre, quiero ser otra palabra. ¿Por qué tenía que ser yo?
Estoy cansada de ser utilizada indiscriminadamente en títulos de libros, películas y canciones hasta tal punto que de tanto pronunciarla parezca perder súbitamente su significado. Me molesta que constantemente la gente busque cómo pronunciarme en otros idiomas. Si no te gusta cómo sueno en español, expresa la idea con un beso, tú que puedes, tú que eres algo más que letras. Estoy harta de que se me utilice como una excusa burda e incoherente para traicionar a los demás, alegando que en mi nombre no hay reglas y estableciendo un paralelismo con la guerra. Sí. Con la guerra. No vale todo, amigo. A mí eso no me vale.
Detesto el veneno que rezuma la pronunciación de mi nombre como la inconcebible justificación de un acto violento, de un acoso, incluso de un asesinato. Lo he hecho por amor. Y sobre todo odio que mi nombre vaya en la misma frase que un pero. La palabra pero y yo jamás nos hemos llevado bien, nuestras familias ya eran enemigas irreconciliables. Por eso odio cuando nos mezclan. Cuando insultan, cuando pegan, cuando humillan... y terminan diciendo: Pero te amo. No quiero formar parte de algo así.  
Pero lo que más odio de todo es ser cómplice pasiva de tantas mentiras en mi nombre. Tantas promesas rotas. Posiblemente sea la palabra que más veces se ha pronunciado en vano y que más veces ha sido olvidada. Me entristece enormemente la devaluación de mi concepto, una devaluación tan grande que a día de hoy hasta algunas personas creen que el amor es algo que se pueda incluso comprar con dinero. Me gustaba cuando la gente me intentaba dibujar, o pintar, o me intentaba desnudar en forma de versos sabiendo que jamás lo lograría del todo. Cuando comprendía que mi nombre era una manera de hacer las cosas y no una cosa en sí. Cuando entendían que era una forma de definir y no algo que pudiera ser definido. Ahora mi nombre se define, se señala, se compra, se explota con fines comerciales y se usa de forma tan gratuita que cualquiera cree que conoce su significado sólo porque conoce su significante. En definitiva: Yo era aquello que trascendía, aquello que era más que las palabras, y me han convertido en una palabra más.
Así que dimito. Renuncio. Me voy. Me piro. Que se encargue otra de soportar el martirio de hipocresía y desesperación que supone tener mi nombre. Yo seré otra palabra, no sé cuál, cualquiera me vale salvo ésta. Quiero ser otra palabra porque me he dado cuenta de que ya no significo lo que creía significar.  


Si alguna vez vuelves a verme, ya no me llames Amor. Si alguna vez    me vuelves a ver, sólo dame un beso. Y no me olvides.     

domingo, 21 de mayo de 2017

Ready Player One... está sobrevalorado.

Sé que esta entrada será pasto de haters y que la enorme horda de fans de este libro del que me dispongo a hablar me va a lapidar a comentarios de... Ah, no, espera, si este blog no lo lee nadie. Vale, pues entonces no pasa nada. 
Vamos a ver, de entrada quiero dejar claro que el libro me gustó. Es decir, no vengo aquí a decir que el libro sea malo. Es un libro de lectura rápida, muy sencillo y, a mi parecer, entretenido. Disfruté leyéndolo y en tres o cuatro días estaba terminado. Pero todo esto es subjetivo. Lo que no me gusta es que todo el mundo lo señale como una obra maestra. No he leído ni un solo comentario negativo acerca de este libro ni en la web ni en el boca a boca, lo cual no tiene importancia, pero es que no sólo dicen que les ha gustado como acabo de hacer yo, sino que lo tildan como uno de los mejores libros que se pueden leer. 

Lo leí hace meses y jamás tuve pensado hacer una crítica así que no me molesté en quedarme con los detalles. La haré breve aunque no todo lo concisa que me gustaría. 

La idea de la historia se cita a menudo seguida de adjetivos tales que enorme originalidad o excelso ejercicio de imaginación. ¿Y eso? Llevamos viendo historias parecidas desde Mátrix en películas, series y libros. Por nombrar un ejemplo literario nombraré "La sombra del Minotauro", de Alan Gibbons, publicado el 3 de febrero del 2000. 
Esto respecto a la originalidad. Respecto al soberbio ejercicio de imaginación... Bajo mi punto de vista, recoger un montón de elementos existentes y juntarlos en un mismo libro para apelar a la nostalgia no me parece un ejercicio de imaginación. El señor de los anillos  es un ejercicio de imaginación. En Ready Player One, lo único inventado son los personajes y la sucesión de eventos de la trama. A ratos, más que una novela, me parecía estar leyendo una enciclopedia de referencias a los años ochenta ordenadas en una secuencia narrativa. Sensación tremendamente reforzada por la ausencia de inflexiones en el desarrollo formal del texto:
La forma de escribir puede gustarte o no. Pero lo que hay que reconocer es que la arquitectura narrativa es totalmente plana. El autor se limita a contar los hechos, sin más, sin alternar el énfasis narrativo ni detenerse según la importancia de los mismos. Si no te engancha la historia, no tienes nada más a lo que agarrarte. A mí me gustó la historia, pero en algunos capítulos tenía la sensación de que estaba leyendo una redacción de instituto escrita sin ganas y con prisas, donde el autor sólo pensaba en dejar sobre el papel todos los eventos que tenía que dejar plasmados en ese capítulo y ya está. ¿Os parece que (ATENCIÓN, SPOILER) el momento en el que la IOI descubre la verdadera identidad de Wade, y vuela por los aires no sólo su casa sino su barrio entero, asesinando a su familia y a todos sus conocidos y dejándolo sin nada de lo que fue su vida durante diecisiete años, que es el momento determinante de todo lo que ocurre después en la novela, tiene la importancia narrativa que debería? No hay énfasis, narra lo que ocurre y ya está. Y el protagonista dice que tiene miedo (nos lo dice, no nos lo muestra) y que le da pena por su vecina y ya está, coge y se va. Sin inflexiones. Sin emoción. Sin nada que me haga decir "vaya, esto es importante". Si el protagonista hubiera sido el Mersault de Camus habría tenido sentido pero no, era Wade, un chaval de 17 años que, más adelante, demuestra que sí posee sensibilidad entre otras inconsistencias internas de los personajes. ¿Cuándo demuestra que tiene sensibilidad? Pues con Art3mis. De eso sí se tira páginas y páginas hablando, pero aún así me siguen chirriando cosas. Creo que el autor confundió cantidad con calidad. Las descripciones de sus sentimientos me parecen de lo más artificiales, precipitadas y forzadas. Como metidas con calzador sin nada que lo justifique. Y el desarrollo de las mismas, plano otra vez. Al contrario de lo que suele ocurrir en los arcos narrativos románticos donde nada funciona hasta el final de la novela, y esto es un punto a favor de Ready Player One, Wade empieza a salir con Art3mis a la mitad de la novela, y pasan tiempo juntos, y luego rompen, y se tiran tiempo sin hablar, y al final vuelven a juntarse. Pero todo este proceso tan dinámico se desinfla debido a que está narrado de forma (de nuevo) plana, sin énfasis, precipitadamente. Y eso que el libro está narrado en primera persona. El protagonista nos cuenta que está muy enamorado, o que está muy triste... pero no nos muestra cómo ni cambia el énfasis narrativo para darle validez a sus palabras. 

Y éste es el patrón general del libro. Se le da la misma importancia a la muerte de su familia y a todos sus conocidos que a su relación con Art3mis que al hecho de hacer flexiones en su casa que a la resolución misma de la historia. Todo está contado de la misma forma y siempre de manera precipitada. Cuando se interna en la propia IOI, lejos de añadir tensión, sigue contándolo todo con una mera descripción casi pasiva de los acontecimientos y todo se resuelve rápidamente en un único capítulo. En definitiva, es una historia entretenida contada sin ganas, como si la sucesión de acontecimientos se hubiesen escrito a modo de esquema y, una vez hecho esto, con ganas de terminar el libro cuanto antes, el autor se hubiera limitado a poner unas cuantas conjunciones por aquí y unas cuantas descripciones por allá. No me gustan las sagas pero creo que este libro podría haber funcionado mucho mejor en dos partes, para que el autor se hubiese recreado más en según qué eventos para darles así la importancia que merecían y que los diferenciaran del resto de sucesos. 
Voy a ir dejando ya de hablar. Los personajes tampoco me parecen especialmente destacables ni memorables ni entrañables, y sus acciones no suelen ir justificadas por la construcción de sus personalidades sino porque eran cosas necesarias para que la historia avanzase de tal o cual manera. Lo que ya he dicho, se cuenta mucho pero se muestra poco.
También hay muy poco uso del arma de Chéjov, salvo la vida extra jugando al comecocos. El resto de cosas se resuelven con el siguiente patrón: Se resuelve una cosa - de pronto describe algo nuevo acerca de Oasis o su creador - se resuelve otra cosa relacionado con eso - describe otra cosa totalmente nueva sobre Oasis o su creador - se resuelve algo relacionado con eso... 
Lo bonito es que cosas que se hayan descrito o dicho anteriormente, de pronto encajen y se produzca un Insight en la mente del lector, como en los buenos libros de misterio. Pero no, en éste todo el rato tenía la sensación de tener que estar esperando a que el autor decidiera introducir un elemento totalmente nuevo y aleatorio para que la trama avanzase. 

Creo que la crítica parece mucho más negativa de lo que pretendía en un primer momento. El libro está bien para pasar el rato, es muy sencillo y entretenido. Pero no es ninguna obra maestra. Era esto lo que quería dejar plasmado aquí. 

domingo, 30 de abril de 2017

Confesión

Soy un asesino. He acabado con cientos de vidas, miles de veces. Un asesino despiadado. He sesgado indiscriminadamente vidas de hombres, de mujeres, de ancianos y de niños. He violado su existencia y roto las promesas que aún no les había dado tiempo a cumplir. He agarrado con determinación mi cuchillo de letras y los he cortado, pinchado, rajado, degollado, desmembrado, tajado, atravesado, mutilado, lacerado, despedazado y cercenado con execrable satisfacción. He disparado mi pistola de palabras y los he acribillado, hendido, agujereado, triturado y les he desvencijado cada centímetro de su piel. He agarrado con saña, perfidia e iniquidad lo que otrora habían sido unas piernas sanas y he arrastrado el occiso cadáver página por página, mostrando su truculencia
                                              párrafo
                                                                                   por
                                                                                                                           párrafo
con una sonrisa perversa dibujada en mi rostro, pintando cada línea de rojo, de grana, tiñendo cada frase de una humedad tibia y escarlata, impregnando cada término de un sabor férreo y manchando cada verbo, envolviéndolo uno tras otro de viscosidad encarnada.  
                                                    Sonriendo
                                    porque                           sé
que                 aun                      sabiéndome                               culpable
          el                lector                          dejará                de                            leer,
cerrará                                               el                                            libro
                                                     y
o         l                     v               i                       d                a            r                         á
  t                           o                    d                    a                                      s
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Manuel Murillo de las Heras

jueves, 27 de abril de 2017

Bola 8

Jaime miró la negra y tuvo la impresión de que ésta incluso le devolvía la mirada. La partida se decidía, probablemente, en aquel tiro. Se puso tras la blanca y apoyó suavemente el taco sobre su pulgar arqueado, buscando el ángulo, buscando con éste a la negra como un francotirador escruta la ciudad buscando su objetivo en lo alto de un terrado. Tomó aire, tratando de acompasar la respiración. Hasta la vibración incontrolada de los pulmones podía provocar una variación del ángulo que erraría el tiro. Dejó de mirar el taco y posó la mirada en la bola 8. Su negrura esférica rompía de forma abrupta la plácida y lisa monotonía verde de la mesa. Su superficie era brillante y, en ella, Jaime podía verse reflejado como una sombra agazapada, un oscuro trasunto convexo y confuso de la inseguridad. La suavidad pulida del taco recorría centímetros en la piel de sus dedos una y otra vez, indecisa.

-¿Sabes, Jaime? - susurró Abel, sentado tras él. Su voz llegó a los oídos de Jaime a duras penas, tropezando las palabras en el entrechocar de vasos y el ronco recorrido de los taburetes en el áspero suelo del bar - Hay en este mundo dos tipos de personas: Las que mienten a los demás y las que se mienten a ellas mismas.

-¿A cuál de ellas perteneces tú, Abel? - Dijo Jaime entre dientes, su mirada fija aún en la bola negra.

-Es curioso - musitó Abel. Jaime no lo veía, pero el tono de su voz poseía la característica entonación que adquiere cuando ha escapado de unos labios que sonríen -, yo iba a preguntarte lo mismo.

La negra en sus ojos y en sus ojos la mirada que una vez contempló la vida como si ésta fuese a durar para siempre. El taco en sus dedos, y sus dedos en sus manos y en sus manos el etéreo recuerdo del cuerpo tibio y dulce de una mujer a la que habían acariciado con la tranquilidad de creer que podrían amarse por siempre. El miedo en su rostro, y en su rostro las mejillas y en su mejilla una lágrima que terminó por caer al suelo en un adiós húmedo y precipitado. Y el tiro en su acto y en su acto el error de quien cree que podrá repetirlo una vez más. De quien ha vivido acostumbrado a las oportunidades. De quien se ha engañado a sí mismo. El taco golpeó la blanca y la blanca la negra y la negra la garganta del agujero. Del agujero equivocado.

-Has fallado - dijo una voz a su espalda. Jaime se irguió lentamente.

-Lo sé - musitó. Entonces metió una mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó el pequeño revólver de cinco balas, girándose hacia atrás con rapidez y buscando a Abel con el cañón de su arma como unos segundos atrás había buscado el ángulo preciso con el taco de madera.

El sonido del disparo inundó por completo el local, algunos vasos cayeron de las manos sorprendidas de los parroquianos y se hicieron mil pedazos en el suelo. Cuando todo el mundo hubo mirado al sitio en el que se había producido la detonación, Jaime se desangraba ya sobre la mesa tiñendo su verdor de grana con el chorreante calor que manaba de su vientre y Abel guardaba ya el arma con la que había estado apuntado a Jaime antes siquiera de que él hubiera golpeado la bola.

-Parece que la duda queda resuelta. Supongo que podríamos haber terminado llevándonos bien - fue todo cuanto dijo.