MANIFIESTO NARRATIVO
Manuel Murillo de las Heras
Escritores y escritoras del mundo:
éste es mi manifiesto. No es una respuesta a nada en concreto, acaso a mi
propio cansancio como lector. Todo lo que este manifiesto contiene no es un
juicio de valor hacia otros escritores; no tengo ni criterio ni autoridad para
realizar tal cosa. Es tan sólo una enumeración de aspectos que trato de
encontrar cuando leo y trato de crear cuando escribo.
1. La primera máxima es ésta: Calidad
antes que cantidad.
1.1.
Contar la historia que se desea contar debe ser un ejercicio que tienda a
utilizar el mínimo número de palabras posible. Si existe una palabra con cuyo
significado se pueda sustituir tres, se utilizará.
1.2.
Debemos despojarnos del prejuicio (y, muchas veces, complejo) de que el valor
de la obra y su longitud son directamente proporcionales. La concisión a la
hora de contar una historia es lo realmente difícil de lograr. Toda historia,
cuanto más se alarga, más fuerza pierde. Si la obra resulta ser extensa, ha de
ser exclusivamente porque así lo requiere la historia.
1.3.
El uso de la floritura y el mero adorno debe brillar por su ausencia. El
objetivo a tener en mente a la hora de narrar es que todo elemento que se
presente tenga una finalidad.
1.4.
No hay prisa en escribir. Todo lo escrito quedará escrito para siempre.
Teniendo esto en cuenta, vale más gastar treinta días para una frase magistral
que un día para treinta páginas mediocres. Lo primero es de escritores; lo
segundo, de escribientes.
2. Las descripciones son como el vino:
se recomiendan en poca cantidad y como acompañamiento.
2.1.
En la medida de lo posible, la narración consistirá en una enumeración de
acciones. La mera descripción no debe sobrepasar un 10-15% del texto total.
2.2.
Se evitará la tentación masturbatoria de los sinónimos rebuscados. Las palabras
escogidas han de ser las palabras exactas y no otras. Da igual cuán bonita
pueda ser una palabra; si su significado se aleja del que la historia precisa,
la frase global será fea.
2.3.
La descripción de un lugar debe contener lo justo y necesario que sea relevante
para la historia.
2.4.
La descripción física de los personajes sólo debe hacerse cuando esto nos
revele algo de ellos (por ejemplo, una cicatriz; un aspecto descuidado; un
collar que contenga un símbolo religioso; etc.).
2.5.
La descripción interna de los personajes se evitará en la medida de lo posible
en la narración extradiegética. Los personajes han de describirse a sí mismos
mediante sus acciones y diálogos, de manera implícita antes que explícita.
2.6.
Una obra que detalla mucho sólo se tiene a sí misma. Una obra que se permite
contener espacios, aparte de tenerse a sí misma, tiene también la singular
imaginación de todos y cada uno de sus lectores.
3. El autor jamás tomará al lector por
tonto.
3.1.
Se evitará explicar todo aquello que, con lo proporcionado en la narración, se
pueda deducir.
3.2.
Se evitará repetir algo que ya se ha dicho.
3.3.
La calidad de la construcción de los personajes debe ser tal que permita omitir
sus nombres durante los diálogos. El estado emocional de los personajes tampoco
se le especificará al lector. No hay, aún, un lector que lea por ocio y que no
sea humano. Así pues, mostrando, como narradores, correctamente las acciones de
un personaje en un contexto bien dibujado, será redundante explicar, además,
cómo se está sintiendo.
4. La voz narrativa es el cimiento de
la obra. Las fisuras son fatales.
4.1.
No importa lo buena que pueda llegar a ser una historia si la voz narrativa
flaquea. En cambio, un buen estilo a la hora de contar puede salvar una
historia mediocre.
4.2.
La voz narrativa no puede tener incoherencias. Su uso debe ser tan meditado como
la historia misma, o más.
4.3.
Se puede jugar con la voz narrativa; de hecho, sería un crimen no jugar con
ella. Pero cada juego tiene sus reglas. ¿Pueden ser reglas inventadas?
Evidentemente. Pero, una vez el juego ha comenzado, tales reglas deben respetarse.
4.4.
El uso de la primera persona debe estar justificado y ser coherente. Si nuestro
narrador en primera persona muere, significará que nuestra historia es una
historia de fantasmas, aunque el lector no tenga ni idea de que lee una historia
de fantasmas hasta el final. Si no muere, significa que le está contando algo a
otro personaje que puede, o no, aparecer en la historia. Si está escribiendo
(una carta, un diario, o el propio libro que lee el lector), no tiene sentido
que narre en presente. Si no lo está contando ni está escribiendo, no tiene
sentido utilizar la primera persona.
4.5.
El narrador extradiegético nunca aleccionará. Presentará conflictos y sus
personajes los solucionarán. Que lo hagan de manera correcta o incorrecta quedará
a juicio de los lectores.
5. La estructura de la historia importa
más que la historia.
5.1.
La estructura y la forma (tanto de la obra global como de los párrafos y las
frases) no deben ser azarosas ni vagas. Cumplirán un objetivo artístico. Y es
especialmente aquí donde debe resaltar la autoría.
5.2.
La estructura ha de estar al servicio de la historia, es decir, debe cumplir
una función que la complemente.
5.3.
Cada historia, en el caso de las novelas, debe ser autoconclusiva y autosuficiente.
De querer realizar una saga, cada libro ha de poder leerse en el orden que el
lector quiera. Las características comunes entre cada libro deben cumplir una
función de complementariedad, pero jamás de dependencia. Ningún otro libro ha
de ser necesario para que el lector comprenda al completo la historia que
cuenta el que está leyendo.
6. El género y el tema; aunque la mona
se vista de seda, mona se queda.
6.1.
El escritor no debe temer ningún género, pues el género no importa. Un lector
sólo piensa en el género cuando todo lo demás falla. En cambio, una historia
bien contada hará que cualquier lector la disfrute aunque el género no le llame
la atención.
7. Los finales deben pillar al lector
desprevenido, como si le hubiesen disparado desde un flanco que no tenía
cubierto.
7.1.
No se debe depositar toda la confianza en nuestros finales. Un buen final no
salvará una historia mediocre.
7.2.
Sin embargo, un mal final puede arrastrar al abismo una buena historia.
7.3.
El escritor ha de tener en mente el final a la hora de comenzar a escribir la
historia. La sucesión de acciones y la estructura han de ser conscientes de ese
final. De no ser así, abundarán las divagaciones y las secuencias que no van a
ninguna parte.
7.4.
El final debe forjarse con los elementos dados a lo largo de la historia y,
aunque pille al lector por sorpresa, debe ser coherente. No hay sitio para los
Deus Ex Machina, a no ser que la historia en sí reflexione sobre los Deus Ex
Machina.
7.5.
El final, en la medida de lo posible, deberá tender a cumplir uno de estos dos
objetivos: o bien responder a todas las preguntas del lector, o bien decirle
que todas las respuestas que ya creía tener estaban equivocadas.
Almería, a 28 de Septiembre de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario