sábado, 31 de agosto de 2019

Sobre escribir hoy.

La realidad es que a muy pocas personas les suele importar cómo te sientes. Pretender basar tu escritura en esto, pues, entra en términos de equivalencia con un suicidio artístico. La mayoría de nosotros ya tenemos una prima o un par de amigos que nos cuentan sus batallitas y, cuando no los tenemos, ya contamos con nuestros propios problemas. La mayoría de gente que se sienta a leer algo va buscando una lectura que tenga algo que aportarle. 
Por otra parte, no pienso que la gente que utiliza la escritura como un vulgar mecanismo de afrontamiento contra sus propias emociones (como podrían usar también el alcohol) debiera llamarse a sí mismo "escritor" o "escritora", de la misma manera que a quien recurre al alcohol se le llama alcohólico, porque patologiza el oficio. Los casos de escritores y escritoras que escribieron para sanarse a sí mismos y que además su obra fue reconocida como para poder llamarse a sí mismos escritores son poquísimos, y la realidad es que la mayoría terminó suicidándose, así que no me parece el mejor método para "sanarse". 
He leído muchas biografías en Twitter e Instagram de esta clase de escribientes, que pretenden llevar la escritura a un plano tan personal, tan íntimo, que terminan siendo todas iguales y genéricas. Voy a jugar a inventarme unas cuantas a continuación (sin pensarlas demasiado y sin mirar a ningún sitio, no me gusta hacer trampas):
  • Escribo porque estoy roto, y a cada verso un pedazo de mí se recompone
  • Cada poema es una cicatriz de palabras para una herida sangrante que sólo supe cerrar con tinta. 
  • Escribo porque es el único modo que tengo de (sobre)vivir.
  • Nosequé por vocación, escritor por necesidad.
  • Cada haiku es una paja, cada soneto es un polvo. 
La última no es muy común, ya que cuenta con dos hemistiquios de idéntico número de sílabas y eso es un recurso literario real. 
La gran mayoría de la obra de estos escribientes graduados en literatura por la universidad de la tristeza y la desesperación consiste en poemas y en relatos (que no cuentos) muy cortos. Como siempre que ocurre un fenómeno constante, existe una causa que lo genera y otra distinta que lo mantiene. 
La causa generadora es que no es práctico escribir utilizando como principal motor de escritura tus sentimientos. Cuando escribes una novela necesitas trabajar muchas cosas, entre ellas:
  • Un argumento de interés. 
  • Una estructura. 
  • Cierta homogeneidad de estilo a lo largo de la obra (y a ver cómo se consigue homogeneidad si un día que escribas estás triste y al otro contento). 
  • Diversidad de personajes (que sientan cosas distintas a las que sientes tú como autor). 
  • Muchísima constancia. 
  • Coherencia interna. 
  • Mucha paciencia para releer y corregir. 
Y no sólo nada de eso viene facilitado por usar tus propios sentimientos a la hora de trabajar, sino que usarlos resulta un impedimento para conseguirlo (no digo que no se deban usar de vez en cuando, en ocasiones es necesario si la escena narrada lo requiere, hablo de basar tu estrategia y tu disciplina en ello).
Y las cosas que he citado como necesarias a la hora de trabajar en una novela, también se aplican al cuento (aunque algunas sean más fáciles de realizar dada la menor longitud). Un cuento debe contener cierta estructura, por pequeño que sea, y también debe contarnos una historia, por breve que sea. Incluso en un cuento tan corto como El emigrante, de Luis Felipe Lomelí, o en For sale, atribuido a Hemingway, existe una historia y una estructura. O, incluso en cuentos que aparentemente no han contado una historia o no tienen una estructura (como el cuento Luis XIV de Juan Pedro Aparicio), tienen un discurso detrás que crea esa historia y esa estructura. 
Sin embargo, lo que me suelo encontrar por parte de estos escribientes son relatos, es decir, meras descripciones de una situación, no historias estructuradas. Que la descripción puede ser preciosa y a veces pueden ser relatos realmente bonitos, en ningún momento estoy diciendo lo contrario. Pero no puedo evitar preguntarme por qué casi siempre son relatos y no cuentos, donde el máximo remate que existe en la narración es una frase relativamente bonita a modo de broche final, y en ocasiones ni eso. Escribir por y para tus propios sentimientos es escribir a base de impulsos y, en cuanto el impulso, que no suele durar mucho, mengua o desaparece, la narrativa inevitablemente se resiente.
Y luego están los poemas. Todos cortos o tirando a cortos, y casi siempre sin estructura, ni métrica, ni rima. ¿Es necesario la métrica, la rima o la estructura para que el poema sea bueno? Claro que no. Pero es que muchas veces, además de que no haya nada de eso, no hay ningún otro recurso literario en los poemas, son simplemente anécdotas, o lo primero que se les ocurre, escrito aprisa y corriendo y dándole al enter de forma casi aleatoria. ¿Por qué? Por la tristeza, el dolor, la necesidad de sanarse. Porque la estructura, la rima, la métrica y muchos otros recursos literarios no vienen de escribir con los sentimientos. Así, sólo queda el relato corto y los poemas cortos que carecen de todo lo que no puede generar el propio sentimiento. Ésta es la causa generadora. 
La causa mantenedora es que, por su brevedad, son fáciles de publicar en Twitter e Instagram. No necesitas comprar el libro para leer, ni siquiera seguir tediosos enlaces a través del perfil para acceder a una cuenta de Blogger, de WordPress o de Wattpad. Todo está ahí, en una sola imagen, y lo puedes leer en menos de un minuto, y lo puedes compartir cuantas veces quieras y todo se vuelve fácil, accesible, inmediato. No digo que esto esté mal, de hecho es algo bueno. Y precisamente, por ser algo bueno, es la causa que lo mantiene. ¿Qué tiene de malo? La sobresaturación por un lado, y el hecho de que la mierda y el diamante sean igual de accesibles por otro, que al fin y al cabo las dos cosas que he dicho no son más que dos caras de la misma moneda; y algo que no es malo de por sí, simplemente es un hecho, y es que este tipo de literatura, es decir, el escribir sobre los propios sentimientos y utilizar los sentimientos como herramientas de escribir, se vea tremendamente reforzado y tienda a abundar más y más. Pero os diré algo: el boom de la poesía intensita ya pasó. Ha habido muchísimas ventas, porque es muy fácil sentirse identificado con lo que se escribe así (ya que es genérico y sentimental) y también es muy fácil de leer. Es normal que tuviera éxito. Pero, si quieres que se te reconozca como escritor o escritora y no tienes nada más que aportar que tus propios sentimientos, siento decirte que el momento ya pasó. Durante ese boom tuvieron suerte unos cuantos autores que se inflaron de seguidores y luego las editoriales se los rifaron, y entre los seguidores con los que ya contaban y una buena promoción por parte de las editoriales grandes o medianas, subieron a lo más alto de las ventas. Pero ya están ahí. Han ocupado su sitio, siguen sacando libros como churros, tienen los nichos bien delimitados, y no los vas a mover de ahí si haces lo mismo que ellos, porque el mercado ya está copado, ya tiene unos nombres, y apostar por un nombre nuevo que no ofrece algo diferente es una apuesta que muy pocos estarán dispuestos a firmar. 
No soy nadie para dar consejos, pero al fin y al cabo es mi blog así que los voy a dar. Si te gusta escribir y quisieras publicar sin tirar de la autoedición, no hagas lo mismo que está haciendo todo el mundo. Habla de tus sentimientos si quieres, pero encájalos en una buena historia. Dales una buena estructura. Y trabaja en ser capaz de escribir sin dejarte llevar por ellos. Cuando te sientas triste, trata de escribir un cuento alegre. Y cuando estés pletórico, trata de escribir algo tristísimo. Lee novelas y cuentos que te cueste leer, a los que les tengas que dar un par de vueltas porque en la primera sientes que no has entendido nada. Lee analizando, como si fueras un detective, e intenta encontrar todos recursos literarios que puedas. Lee también ensayo (te recomiendo Evasión, de César Aira, que trata estos temas mil veces mejor que yo). Y, sobre todo, no te quedes en Twitter e Instagram. Tenerlos está bien, pero una editorial va a querer ver que también sabes moverte en el mundo de la literatura, así que trabaja en crear un currículum literario. Preséntate a muchos concursos. Quizá ganes uno por cada veinte, por eso preséntate a cien. Colabora en todos los sitios que puedas. Presta atención a los concursos que cuenten con páginas webs, con blogs, con notas de prensa, y sobre todo los que, aunque no ganes, si quedas entre los cincuenta primeros te publiquen en una antología. Publica también en revistas literarias. Hay algunas que publican virtualmente y que aceptan manuscritos y te publicarán si cuentas con calidad. Todas éstas son formas de que, al enviar un manuscrito, cuando la editorial ponga tu nombre en google (y ten por seguro que lo hará), le salgan un montón de resultados relacionados con la literatura, que le hará ver que te has movido y sobre todo que has conseguido cosas, que otros ya han valorado positivamente tu trabajo, que algo debe tener el agua cuando se la bendice. 
Pero no esperes sanar haciéndolo. Escribir es algo tremendamente solitario, que requiere mucho tiempo y mucha paciencia (y la tristeza y la desesperación no van de la mano de la paciencia) y que nadie te va a agradecer. Ni siquiera tú mismo lo harás. Así que piensa bien si lo que quieres contar vale la pena, si vale todo ello. Y si lo hace, adelante, escritor o escritora.



Manuel Murillo de las Heras.