lunes, 29 de mayo de 2017

El último escrito de la palabra sin nombre

Soy una palabra, una de las casi 100.000 palabras que tiene nuestro idioma, y mi nombre es Amor. Y estoy cansada. Quiero cambiarme de nombre, quiero ser otra palabra. ¿Por qué tenía que ser yo?
Estoy cansada de ser utilizada indiscriminadamente en títulos de libros, películas y canciones hasta tal punto que de tanto pronunciarla parezca perder súbitamente su significado. Me molesta que constantemente la gente busque cómo pronunciarme en otros idiomas. Si no te gusta cómo sueno en español, expresa la idea con un beso, tú que puedes, tú que eres algo más que letras. Estoy harta de que se me utilice como una excusa burda e incoherente para traicionar a los demás, alegando que en mi nombre no hay reglas y estableciendo un paralelismo con la guerra. Sí. Con la guerra. No vale todo, amigo. A mí eso no me vale.
Detesto el veneno que rezuma la pronunciación de mi nombre como la inconcebible justificación de un acto violento, de un acoso, incluso de un asesinato. Lo he hecho por amor. Y sobre todo odio que mi nombre vaya en la misma frase que un pero. La palabra pero y yo jamás nos hemos llevado bien, nuestras familias ya eran enemigas irreconciliables. Por eso odio cuando nos mezclan. Cuando insultan, cuando pegan, cuando humillan... y terminan diciendo: Pero te amo. No quiero formar parte de algo así.  
Pero lo que más odio de todo es ser cómplice pasiva de tantas mentiras en mi nombre. Tantas promesas rotas. Posiblemente sea la palabra que más veces se ha pronunciado en vano y que más veces ha sido olvidada. Me entristece enormemente la devaluación de mi concepto, una devaluación tan grande que a día de hoy hasta algunas personas creen que el amor es algo que se pueda incluso comprar con dinero. Me gustaba cuando la gente me intentaba dibujar, o pintar, o me intentaba desnudar en forma de versos sabiendo que jamás lo lograría del todo. Cuando comprendía que mi nombre era una manera de hacer las cosas y no una cosa en sí. Cuando entendían que era una forma de definir y no algo que pudiera ser definido. Ahora mi nombre se define, se señala, se compra, se explota con fines comerciales y se usa de forma tan gratuita que cualquiera cree que conoce su significado sólo porque conoce su significante. En definitiva: Yo era aquello que trascendía, aquello que era más que las palabras, y me han convertido en una palabra más.
Así que dimito. Renuncio. Me voy. Me piro. Que se encargue otra de soportar el martirio de hipocresía y desesperación que supone tener mi nombre. Yo seré otra palabra, no sé cuál, cualquiera me vale salvo ésta. Quiero ser otra palabra porque me he dado cuenta de que ya no significo lo que creía significar.  


Si alguna vez vuelves a verme, ya no me llames Amor. Si alguna vez    me vuelves a ver, sólo dame un beso. Y no me olvides.     

domingo, 21 de mayo de 2017

Ready Player One... está sobrevalorado.

Sé que esta entrada será pasto de haters y que la enorme horda de fans de este libro del que me dispongo a hablar me va a lapidar a comentarios de... Ah, no, espera, si este blog no lo lee nadie. Vale, pues entonces no pasa nada. 
Vamos a ver, de entrada quiero dejar claro que el libro me gustó. Es decir, no vengo aquí a decir que el libro sea malo. Es un libro de lectura rápida, muy sencillo y, a mi parecer, entretenido. Disfruté leyéndolo y en tres o cuatro días estaba terminado. Pero todo esto es subjetivo. Lo que no me gusta es que todo el mundo lo señale como una obra maestra. No he leído ni un solo comentario negativo acerca de este libro ni en la web ni en el boca a boca, lo cual no tiene importancia, pero es que no sólo dicen que les ha gustado como acabo de hacer yo, sino que lo tildan como uno de los mejores libros que se pueden leer. 

Lo leí hace meses y jamás tuve pensado hacer una crítica así que no me molesté en quedarme con los detalles. La haré breve aunque no todo lo concisa que me gustaría. 

La idea de la historia se cita a menudo seguida de adjetivos tales que enorme originalidad o excelso ejercicio de imaginación. ¿Y eso? Llevamos viendo historias parecidas desde Mátrix en películas, series y libros. Por nombrar un ejemplo literario nombraré "La sombra del Minotauro", de Alan Gibbons, publicado el 3 de febrero del 2000. 
Esto respecto a la originalidad. Respecto al soberbio ejercicio de imaginación... Bajo mi punto de vista, recoger un montón de elementos existentes y juntarlos en un mismo libro para apelar a la nostalgia no me parece un ejercicio de imaginación. El señor de los anillos  es un ejercicio de imaginación. En Ready Player One, lo único inventado son los personajes y la sucesión de eventos de la trama. A ratos, más que una novela, me parecía estar leyendo una enciclopedia de referencias a los años ochenta ordenadas en una secuencia narrativa. Sensación tremendamente reforzada por la ausencia de inflexiones en el desarrollo formal del texto:
La forma de escribir puede gustarte o no. Pero lo que hay que reconocer es que la arquitectura narrativa es totalmente plana. El autor se limita a contar los hechos, sin más, sin alternar el énfasis narrativo ni detenerse según la importancia de los mismos. Si no te engancha la historia, no tienes nada más a lo que agarrarte. A mí me gustó la historia, pero en algunos capítulos tenía la sensación de que estaba leyendo una redacción de instituto escrita sin ganas y con prisas, donde el autor sólo pensaba en dejar sobre el papel todos los eventos que tenía que dejar plasmados en ese capítulo y ya está. ¿Os parece que (ATENCIÓN, SPOILER) el momento en el que la IOI descubre la verdadera identidad de Wade, y vuela por los aires no sólo su casa sino su barrio entero, asesinando a su familia y a todos sus conocidos y dejándolo sin nada de lo que fue su vida durante diecisiete años, que es el momento determinante de todo lo que ocurre después en la novela, tiene la importancia narrativa que debería? No hay énfasis, narra lo que ocurre y ya está. Y el protagonista dice que tiene miedo (nos lo dice, no nos lo muestra) y que le da pena por su vecina y ya está, coge y se va. Sin inflexiones. Sin emoción. Sin nada que me haga decir "vaya, esto es importante". Si el protagonista hubiera sido el Mersault de Camus habría tenido sentido pero no, era Wade, un chaval de 17 años que, más adelante, demuestra que sí posee sensibilidad entre otras inconsistencias internas de los personajes. ¿Cuándo demuestra que tiene sensibilidad? Pues con Art3mis. De eso sí se tira páginas y páginas hablando, pero aún así me siguen chirriando cosas. Creo que el autor confundió cantidad con calidad. Las descripciones de sus sentimientos me parecen de lo más artificiales, precipitadas y forzadas. Como metidas con calzador sin nada que lo justifique. Y el desarrollo de las mismas, plano otra vez. Al contrario de lo que suele ocurrir en los arcos narrativos románticos donde nada funciona hasta el final de la novela, y esto es un punto a favor de Ready Player One, Wade empieza a salir con Art3mis a la mitad de la novela, y pasan tiempo juntos, y luego rompen, y se tiran tiempo sin hablar, y al final vuelven a juntarse. Pero todo este proceso tan dinámico se desinfla debido a que está narrado de forma (de nuevo) plana, sin énfasis, precipitadamente. Y eso que el libro está narrado en primera persona. El protagonista nos cuenta que está muy enamorado, o que está muy triste... pero no nos muestra cómo ni cambia el énfasis narrativo para darle validez a sus palabras. 

Y éste es el patrón general del libro. Se le da la misma importancia a la muerte de su familia y a todos sus conocidos que a su relación con Art3mis que al hecho de hacer flexiones en su casa que a la resolución misma de la historia. Todo está contado de la misma forma y siempre de manera precipitada. Cuando se interna en la propia IOI, lejos de añadir tensión, sigue contándolo todo con una mera descripción casi pasiva de los acontecimientos y todo se resuelve rápidamente en un único capítulo. En definitiva, es una historia entretenida contada sin ganas, como si la sucesión de acontecimientos se hubiesen escrito a modo de esquema y, una vez hecho esto, con ganas de terminar el libro cuanto antes, el autor se hubiera limitado a poner unas cuantas conjunciones por aquí y unas cuantas descripciones por allá. No me gustan las sagas pero creo que este libro podría haber funcionado mucho mejor en dos partes, para que el autor se hubiese recreado más en según qué eventos para darles así la importancia que merecían y que los diferenciaran del resto de sucesos. 
Voy a ir dejando ya de hablar. Los personajes tampoco me parecen especialmente destacables ni memorables ni entrañables, y sus acciones no suelen ir justificadas por la construcción de sus personalidades sino porque eran cosas necesarias para que la historia avanzase de tal o cual manera. Lo que ya he dicho, se cuenta mucho pero se muestra poco.
También hay muy poco uso del arma de Chéjov, salvo la vida extra jugando al comecocos. El resto de cosas se resuelven con el siguiente patrón: Se resuelve una cosa - de pronto describe algo nuevo acerca de Oasis o su creador - se resuelve otra cosa relacionado con eso - describe otra cosa totalmente nueva sobre Oasis o su creador - se resuelve algo relacionado con eso... 
Lo bonito es que cosas que se hayan descrito o dicho anteriormente, de pronto encajen y se produzca un Insight en la mente del lector, como en los buenos libros de misterio. Pero no, en éste todo el rato tenía la sensación de tener que estar esperando a que el autor decidiera introducir un elemento totalmente nuevo y aleatorio para que la trama avanzase. 

Creo que la crítica parece mucho más negativa de lo que pretendía en un primer momento. El libro está bien para pasar el rato, es muy sencillo y entretenido. Pero no es ninguna obra maestra. Era esto lo que quería dejar plasmado aquí. 

domingo, 30 de abril de 2017

Confesión

Soy un asesino. He acabado con cientos de vidas, miles de veces. Un asesino despiadado. He sesgado indiscriminadamente vidas de hombres, de mujeres, de ancianos y de niños. He violado su existencia y roto las promesas que aún no les había dado tiempo a cumplir. He agarrado con determinación mi cuchillo de letras y los he cortado, pinchado, rajado, degollado, desmembrado, tajado, atravesado, mutilado, lacerado, despedazado y cercenado con execrable satisfacción. He disparado mi pistola de palabras y los he acribillado, hendido, agujereado, triturado y les he desvencijado cada centímetro de su piel. He agarrado con saña, perfidia e iniquidad lo que otrora habían sido unas piernas sanas y he arrastrado el occiso cadáver página por página, mostrando su truculencia
                                              párrafo
                                                                                   por
                                                                                                                           párrafo
con una sonrisa perversa dibujada en mi rostro, pintando cada línea de rojo, de grana, tiñendo cada frase de una humedad tibia y escarlata, impregnando cada término de un sabor férreo y manchando cada verbo, envolviéndolo uno tras otro de viscosidad encarnada.  
                                                    Sonriendo
                                    porque                           sé
que                 aun                      sabiéndome                               culpable
          el                lector                          dejará                de                            leer,
cerrará                                               el                                            libro
                                                     y
o         l                     v               i                       d                a            r                         á
  t                           o                    d                    a                                      s
        l                                 a                                                     s
g                           o
                                                    t                          a                           s
                                                                                                    d                     e
      s                                      a                                            n               

                          g                                                         r                                             
                
                                                                                          
                                                                                                
e








                                                                 
 .









Manuel Murillo de las Heras

jueves, 27 de abril de 2017

Bola 8

Jaime miró la negra y tuvo la impresión de que ésta incluso le devolvía la mirada. La partida se decidía, probablemente, en aquel tiro. Se puso tras la blanca y apoyó suavemente el taco sobre su pulgar arqueado, buscando el ángulo, buscando con éste a la negra como un francotirador escruta la ciudad buscando su objetivo en lo alto de un terrado. Tomó aire, tratando de acompasar la respiración. Hasta la vibración incontrolada de los pulmones podía provocar una variación del ángulo que erraría el tiro. Dejó de mirar el taco y posó la mirada en la bola 8. Su negrura esférica rompía de forma abrupta la plácida y lisa monotonía verde de la mesa. Su superficie era brillante y, en ella, Jaime podía verse reflejado como una sombra agazapada, un oscuro trasunto convexo y confuso de la inseguridad. La suavidad pulida del taco recorría centímetros en la piel de sus dedos una y otra vez, indecisa.

-¿Sabes, Jaime? - susurró Abel, sentado tras él. Su voz llegó a los oídos de Jaime a duras penas, tropezando las palabras en el entrechocar de vasos y el ronco recorrido de los taburetes en el áspero suelo del bar - Hay en este mundo dos tipos de personas: Las que mienten a los demás y las que se mienten a ellas mismas.

-¿A cuál de ellas perteneces tú, Abel? - Dijo Jaime entre dientes, su mirada fija aún en la bola negra.

-Es curioso - musitó Abel. Jaime no lo veía, pero el tono de su voz poseía la característica entonación que adquiere cuando ha escapado de unos labios que sonríen -, yo iba a preguntarte lo mismo.

La negra en sus ojos y en sus ojos la mirada que una vez contempló la vida como si ésta fuese a durar para siempre. El taco en sus dedos, y sus dedos en sus manos y en sus manos el etéreo recuerdo del cuerpo tibio y dulce de una mujer a la que habían acariciado con la tranquilidad de creer que podrían amarse por siempre. El miedo en su rostro, y en su rostro las mejillas y en su mejilla una lágrima que terminó por caer al suelo en un adiós húmedo y precipitado. Y el tiro en su acto y en su acto el error de quien cree que podrá repetirlo una vez más. De quien ha vivido acostumbrado a las oportunidades. De quien se ha engañado a sí mismo. El taco golpeó la blanca y la blanca la negra y la negra la garganta del agujero. Del agujero equivocado.

-Has fallado - dijo una voz a su espalda. Jaime se irguió lentamente.

-Lo sé - musitó. Entonces metió una mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó el pequeño revólver de cinco balas, girándose hacia atrás con rapidez y buscando a Abel con el cañón de su arma como unos segundos atrás había buscado el ángulo preciso con el taco de madera.

El sonido del disparo inundó por completo el local, algunos vasos cayeron de las manos sorprendidas de los parroquianos y se hicieron mil pedazos en el suelo. Cuando todo el mundo hubo mirado al sitio en el que se había producido la detonación, Jaime se desangraba ya sobre la mesa tiñendo su verdor de grana con el chorreante calor que manaba de su vientre y Abel guardaba ya el arma con la que había estado apuntado a Jaime antes siquiera de que él hubiera golpeado la bola.

-Parece que la duda queda resuelta. Supongo que podríamos haber terminado llevándonos bien - fue todo cuanto dijo. 

jueves, 16 de febrero de 2017

Psicología: personas tóxicas (crítica)

"Los libros de autoayuda no funcionan porque el autoengaño funciona perfectamente" - José Manuel García Montes.


Voy a ser claro desde un primer momento: no he leído el libro. Ni "Gente tóxica" ni su secuela de original título "Más gente tóxica". No es por nada, es que prefiero gastarme el dinero en otros libros. Ni en el de Bernardo Stamateas ni en el de Lillian Glass. No sé quién de los dos lo inventó pero bueno, poco importa. Así que voy a hablar sin demasiado conocimiento del libro como tal, pero sí he leído sin embargo todo el eco que se le ha hecho en una cantidad inconmensurable de blogs. Bueno, supongo que no necesito presentar la teoría de la gente tóxica. Durante un tiempo (y aún hoy) ha sido uno de los mayores best sellers de autoayuda disponibles en el mercado y su teoría, al ser tan sumamente fácil y simple, ha estado en boca de todos en un momento u otro.
Y es que lo que se pone de moda tiende a ser lo sencillo de entender, lo reduccionista. Esto no quiere decir que sea necesariamente mejor o peor. Sólo lo dejo en el aire. Esta teoría nos dice que hay una serie de personas que son tóxicas (están bien clasificadas taxonómicamente según sea la conducta negativa que resulta tóxica para nosotros) y si queremos que nuestra vida vaya mejor, lo que debemos hacer es identificarlas y alejarnos de ellas

Bien, para empezar, lanzo una pregunta:
¿No resulta vanidoso comprar este libro? Quiero decir, conociendo la premisa anterior, al comprar el libro significa que estás dando por hecho que las personas "tóxicas" son las demás, no tú. La persona que compra este libro porque necesita "ayuda", la necesitará porque nota en sí algún tipo de malestar. Conociendo esta teoría, me pregunto ¿No se habrá parado antes a analizar si la persona desagradable es él o ella, y su patrón de conducta molesta a los demás y hace que o bien se alejen, o bien sean algo cabrones con él? O quizá sea una persona falta de habilidades asertivas y otra persona que no es "tóxica" con los demás, por una cuestión de intereses se vuelve "tóxica" con él porque simplemente ve que no hará nada para remediarlo y puede aprovecharse. O sencillamente eres igual que la otra persona, pero tenéis intereses opuestos. Bueno, a esto iré más adelante. Sólo quería dejar esa pregunta también en el aire, no soy yo quien debe contestarla. 

Bien, si algo hace bien esta teoría es etiquetar. Es como un DSM, pero mucho más genérico. Y nos encanta etiquetar. Por tanto, si algo no hace esta teoría es beneficiar a las personas tóxicas. Eso es bueno ¿No? Son tóxicas, que se jodan. ¡Que no sean tan tóxicas! Pero claro, el problema que tenemos las personas buenas y maravillosas que no somos tóxicas es que generalizamos mucho, sin darnos cuenta y de manera natural. Por tanto, al final lo que hacemos es etiquetar como tóxica a una persona por el simple hecho de que es distinta a nosotros o sencillamente porque nos cae mal. La teoría nos enseña a categorizar, y es tan satisfactorio señalar a alguien con el dedo y decirnos "esa persona es tóxica y yo no" que cualquier pequeña seña nos basta de excusa para hacerlo. Y es que esta teoría pretende reducir la compleja globalidad holística de un ser humano a una conducta concreta. El envidioso, el criticón, el autoritario, el manipulador, el pesimista, el neurótico... porque hacen tal o cual cosa, y ya está, que le den al contexto y a todos sus demás rasgos.   

¿Acaso no tenemos cada uno rasgos como ésos en según qué situaciones? Pues cuidado, que no se te escape ninguno en ningún momento, porque alguien podría identificarte y poner la voz de alarma: ahora eres una persona tóxica. Y entonces pueden pasar muchas cosas. Las menos evidentes al ojo inexperto: la profecía autocumplida y la confirmación del estereotipo. No voy a entrar en esos conceptos, pero una cosa que podemos notar en las personas en las que hemos calificado como tóxicas es que si, en lugar de ser asertivos con ellas nos limitamos a alejarnos, esa persona no aprenderá nada y su patrón de conducta negativa se acentuará por mucho motivos distintos según la persona y su historia personal. Si actuaba de esa manera porque no le gustan los demás, al ver que han conseguido el efecto deseado esto les reforzará y su conducta se acentuará. Si lo hacen precisamente por una falta de habilidades sociales, problemas de dependencia o apego, etc, el alejarnos simplemente no le enseñará nada nuevo y con la próxima persona que conozca utilizará su repertorio de conducta de manera más potente aún, porque cree que le funciona, para retener a los demás. Y ni que decir tiene que nuestra habilidad para generalizar y etiquetar a alguien a la primera de cambio puede hacer que una persona que sólo tenga un pequeño problema de interacción social acabe señalado por todos y desarrollando así unos problemas mucho más acentuados. En fin, son sólo un par de ejemplos y hasta ahora todo ha sido para explicar en qué beneficia esta teoría a las personas calificadas como "tóxicas". Ya os digo que en nada, por si en algún momento os habéis perdido. 

Vamos ahora con la otra parte: ¿En qué beneficia a las personas que compran el libro y aprenden la teoría? La respuesta parece obvia: Aprenden a identificar a las personas tóxicas y a alejarse de ellas. ¿Beneficia esto? Sí, claro, pero sólo momentáneamente y a corto plazo
¿Realmente pensáis que es lo correcto enseñar a huir de un problema en lugar de enseñar a manejarlo? ¿No sería más provechoso, en lugar de enseñar a identificar una persona problemática para huir de ella, entrenar estrategias de afrontamiento y técnicas de regulación emocional?
Llamadme loco, pero me parece que esto no es lo que profesa esta teoría. Y no digamos ya de que no mencionan nada acerca de la importancia contextual. En realidad lo mencionan, pero de qué manera. He leído blogs que dicen cosas como "7 personas tóxicas que debes evitar en el trabajo". Ojo ¿eh? Porque en el trabajo puedes hacer todo lo que quieras. Y, por supuesto, evitar por completo a cualquier persona que en tu empleo tenga cualquier rasgo anteriormente mencionado no te va a obstaculizar para nada en el trabajo. 
Nótese la fina ironía. 

Evitar sistemáticamente una situación que valoramos como problemática por mecanismos de atribución nos llevará a problemas a largo plazo. Esto se llama, para quien le interese, evitación experiencial destructiva. Y es precisamente lo que enseña esta teoría, al menos, en sus blogs. Olvídate del contexto, olvídate de centrarte en lo que quieres conseguir a largo plazo. Identifica los problemas y HUYE de ellos. 
¿Para qué entrenar la asertividad y las habilidades de interacción social, o técnicas de autocontrol?
Esta teoría nos enseña a ser débiles, a no afrontar debidamente los problemas. Nos enseña que la solución es huir, y que funciona. Y efectivamente así es, porque en el momento en el que dejamos de tener a esa persona que nos molesta cerca nos sentimos mejor. Pero esto es sólo momentáneamente. ¿Por qué estabas antes con esa persona? ¿Qué había a su alrededor, qué era importante para ti? ¿No lo has perdido, no te has alejado también de eso? 

Como esto nos funciona, es fácil aplicar el mismo mecanismo con el resto de problemas. Así, aprendemos a alejarnos de las situaciones aversivas en lugar de afrontarlas, porque el libro nos ha mostrado que funciona. ¿Que la gente con la que me junto tiene defectos que me molestan? pues la próxima vez me voy a quedar en casa cuando me digan de salir. Anda, ha funcionado, he estado a gusto. La próxima vez probablemente repita. Pasará un mes,  dos meses... llamarás a tus amigos y serán ellos quienes no te vuelan a coger el teléfono. 
Otra situación: Tu jefe es una persona tóxica. Fácil, no vayas al trabajo. O intenta evitarlo cuando te llame. No te digo lo que pasará en un mes o dos. 
Otra: El médico me ha dicho que tengo el colesterol alto y que tengo que hacer ejercicio. Empiezo a correr, pero no lo hago adecuadamente y me siento mal. En lugar de probar a exigirme menos o algo, opto por quedarme en casa sentado y así evitaré ese malestar. Ya funcionará el danacol. 
Otra: Quiero sacarme un título, pero me da grima ponerme delante de los apuntes. Y no digamos ya de ir a clase. Ayer me quedé en casa jugando a la play y me lo pasé de puta madre. El día siguiente amanece y por un lado sopesas lo poco que te apetece ir a clase y, por otro, lo bien que te sentiste ayer faltando y jugando a la consola en su lugar...

Y así con cualquier cosa que se te ocurra: Evitar una experiencia negativa para sentirte bien ahora, a costa de perder cosas en el futuro. Falta de estrategias de afrontamiento y de autocontrol. De no identificar adecuadamente nuestro contexto y qué es relevante en él, no clarificar nuestros valores y no valorar las consecuencias a corto y a largo plazo de nuestras acciones. 

En definitiva, que este rollo de la gente tóxica supone un riesgo tanto para quien se aleja como para la persona de la que se aleja. Aprendemos a evitarlas y, como nos funciona, lo haremos con el resto de cosas aversivas. ¿Crees que no?
Bueno, si crees que no, no importa: el autor de "Gente tóxica" ya se ha ocupado de sacar otro libro titulado "Emociones tóxicas", para que aprendas a huir incluso de tus emociones, pasándose por... sus best sellers que las emociones no son malas en sí mismas, sino que lo que supone un problema es lo que hacemos con ellas... y precisamente cuando tendemos a tener un patrón regulación problemático es cuando identificamos a las emociones como malas per sé. 


lunes, 14 de noviembre de 2016

Cómo ganar al "ahorcado"

Antes de nada, me gustaría aclarar que no he puesto el título de mi entrada en Google para ver qué encontraba, no he mirado qué hay ya escrito sobre esto, así que es probable que repita algo que ya se diga en otros blogs. Me la suda. 

Bueno, he de decir que a mí siempre me ha encantado el ahorcado. A estas alturas creo bastante prescindible el enrollarme explicando cómo se juega para los nuevos... Doy por hecho que todo el mundo sabe. No obstante, quisiera aclarar una cosa que algunas veces me ha causado disputas con quienes he jugado: Se juega con sustantivos. Nada de nombres propios, porque entonces el juego se hace tan difícil que se vuelve aburrido (Dostoievsky, Gatsby, Freud, Baudelaire, Tolstói...). Y tampoco es recomendable mezclar sustantivos o verbos. O una cosa o la otra. Bajo mi experiencia, los sustantivos son lo mejor. Los verbos son mucho lío e incluso puede haber malentendidos. 
La diversa y divertida conjugación del verbo "roer"



Bueno, vamos al meollo. Empezaré por ponerme en el lugar de la persona que escoge la palabra. El error de principiante más común es pensar que lo único que hace falta para ganar es coger una palabra larga y enrevesada, como esternocleidomastoideo, desoxirribonucleico u otorrinolaringología. MAL. ¿Por qué? Porque cuantas más letras haya, mayor es la probabilidad de decir una por puro azar. Yo también fui principiante hace tiempo y utilicé esternocleidomastoideo un montón de veces. Rara vez funcionaba. ¿Sabéis cuál es el sustantivo que más me ha funcionado?

Ñu, mi palabra favorita en el ahorcado

Ñu


Sí, dos letras. Y además una de ellas no acude con frecuencia a nuestra mente cuando jugamos al ahorcado. Maravilloso ¿Verdad?
Ése es el principal secreto. Pocas letras. ¡Ojo! No es lo mismo pocas letras que palabras cortas. ¿Por qué? Porque una palabra puede ser larga pero aún así tener pocas letras. Sobre todo si son vocales. Cuando jugamos al ahorcado siempre empezamos diciendo las vocales, así que hay que tener un especial cuidado con las vocales que escojamos. Por ejemplo, supongamos que cojo una palabra de ocho letras y decís la A. Y pongo esto:


A_a_a_ _a

Desconcertante ¿Verdad? Pocas palabras se sugieren con una única vocal. Ahora sólo quedan tres huecos, pero quedan 22 consonantes. Mientras tanto, yo me puedo reír mientras fallas una y otra vez. La palabra es Alabarda
Ahora imaginemos que cogemos una palabra con más vocales y empezáis diciéndolas todas. Porque siempre se empieza por las vocales. Y queda esto:


_u_ _ie_a_o

Faltan incluso más consonantes que en la palabra anterior, pero basta con pronunciarlo mentalmente para que murciélago te venga a la cabeza y, si no lo hace, a la primera consonante que aciertes ya vendrá la palabra entera. 

Esto respecto a las vocales. Cuantas menos vocales diferentes mejor. Da igual que la palabra tenga catorce vocales, si las catorce son la misma vocal. Ahora vamos a hablar de las consonantes. 

Seguro que hay por ahí algún gráfico donde sale la frecuencia de las vocales en la lengua española, pero paso de buscar. Os voy a hablar directamente de mi experiencia. A mí las letras que mejor me funcionan son: 

F, H (sobre todo cuando es muda), X, K, Ñ, Y (sobre todo cuando actúa como vocal), Q, Z, V, J y G (sobre todo cuando su fonema es el de la J). 

Por otro lado, las primeras que se suelen decir (sin tener en cuenta las vocales) son: C, M, R, S, T, P y D
La W ni la he mencionado porque esa es de cajón. La F quizá os extrañe, pero es cierto que la gente la dice poco. Cuando me di cuenta, comencé a utilizarla como un cabrón. Dicho esto, pondré como ejemplo algunas palabras sencillas (cuanto más sencillas sean más rabia le dará a tu oponente fallarlas, y cuanto más enrabiado esté más probabilidad habrá de que en su turno escoja palabras como esternocleidomastoideo) con las que les he dado más de un dolor de cabeza a mis amigos:

Ñu
Yo
Sol
Alabarda
Saxofón
Azahar
Viña
Hoy
Azafata
Heno
Coño (ésta es una risa, porque nadie la acierta y cuando lo ahorcas y pones la Ñ, tu adversario pone una cara que no tiene precio)
Querella
Arroz
Viaje
Kiosco
Perenne
Xilófono
Caña (Os aseguro que dirá la S y la J, y puede que hasta la Z)
Viejete
Buey
Araña
Dehesa
Azteca
Ahorro
Mequetrefe

En fin, podría seguir, pero creo que con estos ejemplos ya debéis de haber pillado cómo va el rollo. Palabras sencillas, con el menor número posible de vocales diferentes, y si una de las vocales es una Y, mucho mejor, e incluir las consonantes anteriormente mencionadas y también dobles consonantes como LL o RR

Por último, un malvado truco. Si nos dicen una vocal que tenga otra que se le parezca fonéticamente (como N y M) y nos dicen la correcta, iremos a apuntar directamente en el hueco y, en el último instante, con el lápiz sobre el papel, le haremos dudar de la siguiente manera:

-La N
(Vamos a poner la letra, chascando la lengua porque nos lo han acertado, y justo antes detenemos la mano y decimos):
-Espera... ¿Has dicho la M o la N?

No es un truco ni mucho menos infalible, pero a veces funciona. Funciona más cuanto más cerca esté el otro de perder. Se pone más nervioso. 

Un último consejo respecto al escribir las palabras: No escribas la primera que se te ocurra. Si es la primera que se te ocurre es porque es muy fácil que dicha palabra venga a la mente. 

Y bien ¿Qué ocurre si nos toca acertar la palabra? Aquí hay menos trucos, dependemos enteramente del ingenio del adversario. Yo recomiendo empezar por la vocal A, y si no tiene A recomiendo ir directamente a la U o a la I. ¿Por qué? Porque las vocales que tienen más frecuencia son las abiertas. Es posible que, si no tiene A, nos haya buscado una palabra rebuscada de bocales cerradas como "Intríngulis" o "Ruín". Parece que mi manera de pensar es enrevesada, pero parezca lo que parezca esta estrategia es la que siempre me ha dado buenos resultados. Y de las consonantes, empezar diciendo tres de las comunes (S, M y P, por ejemplo). Si ninguna de ellas nos da resultados, pasar a consonantes raras como Z o X. Si algo me dice la experiencia es que una persona poco ducha en el ahorcado no sólo no va a adivinar palabras que contengan la F o la H muda, sino que a la hora de elaborar palabras tampoco va a pensar en esas letras como letras difíciles de adivinar, por lo que, aunque lo sean, no os recomiendo que las busquéis si veis que quien juega contra vosotros no tiene mucha experiencia. La F, la H, la G y la J, como veis, son armas de doble filo. Mi último consejo cuando juguéis teniendo que acertar la palabra es, sobre todo, no perder nunca la calma y empezar a decir letras a lo loco. Una vez se tengan las vocales, pronunciar la palabra tal cual mentalmente unas cuantas veces y decir una consonante que pueda encajar. Si no funciona, probar otra que no sea parecida. Es decir, si no es la M, no pruebes inmediatamente con la N. Si no tienes ni idea, es mejor no ofuscarse en lo que has creído de primeras y probar cosas nuevas. 

Y creo que esto es todo. Espero que esta entrada os haya servido para ser más cabrones a la hora de utilizar un folio y un lápiz cuando falte un profesor. O cuando el profesor no haya faltado pero aun así os estéis aburriendo como ostras. 


Una última anotación. A mí no me gusta que mi adversario pierda siempre. Si quisiera hacerlo, sólo tendría que utilizar palabras que no conozca ni el tato y que incluyeran tan sólo una o dos consonantes de baja frecuencia, como Trashumancia, Enxundia, Oxímoron, Enálage, Felonía, Exégesis, Loor, Ojizarco, Hogaño, Biervo, Uxoricidio, Occiso, Apotropaico, Adlátere, Nefando... A mí me encantan ese tipo de palabras, porque me gusta mucho escribir y de vez en cuando me gusta colar alguna. Pero utilizarlas para ganar al ahorcado sería ser demasiado cabrón. Ganar siempre es aburrido. Lo que a mí me gusta es que mi oponente sufra, pero que de vez en cuando acierte... Pero que le cueste, sobretodo que lo haga cuando sólo queda una oportunidad. Bajo mi punto de vista, ésta es la manera más divertida de jugar. 

jueves, 1 de septiembre de 2016

Soledad compartida.

A un lado de la carretera, bajo el truculento sol estival, aún sigo pensando en ti. Tengo hambre, pero no pienso en comida. Tengo sed, pero no pienso en agua. Pienso en ti no porque quiera, sino porque no puedo evitarlo. Rememorarte evoca en mi mente recuerdos tan letíficos como infaustos.

El asfalto, caliente con la luz del medio día, hace arrastrar su ardor por la brisa muerta, subiendo a la altura de mi cabeza y provocando que hasta respirar me resulte un desafío. Aún así, sigo absorto en mis remembranzas. Hay un pensamiento muy reiterado. En concreto, es una pregunta. Mientras camino por el asfalto abrasador, quemándome la piel desnuda, no dejo de imaginarte delante de mí, mientras te hago esa pregunta con la mirada:

¿Por qué me has abandonado?

Yo te quería. Y te sigo queriendo. Y creo que siempre te lo he demostrado. Te decía que te quería cuando iba tras la pelota y te la traía de vuelta. Te lo decía cuando me pasaba un cuarto de hora saltando a tu alrededor cada vez que entrabas por la puerta de casa, aunque sólo hubieras estado fuera cinco minutos. Te lo decía cuando movía el rabo al oírte pronunciar mi nombre. Te lo decía cuando me pegabas y, a los pocos minutos, volvía a sentarme a tu lado. Y te lo digo ahora, que a pesar de que me has abandonado sigo sin poder controlar el meneo de mi cola al recordar tu voz. Y eso es lo más terrible de todo. Lo peor no es que me hayas abandonado; lo peor es que no soy capaz de odiarte a pesar de ello.

Si después de todo lo que he sufrido te viera aparecer al girar la carretera, aunque supiera que ibas a pegarme, aunque supiera que me ibas a abandonar de nuevo, no podría evitar lanzarme hacia ti para darte un abrazo, entre ladridos de alegría, y cubrirte el rostro a lametones una vez te hubiera alcanzado.

Los seres humanos tenéis una ventaja muy importante sobre nosotros: sois capaces de olvidar. Por eso sé que no estarás ahí cuando gire la carretera.

Y, como yo no soy capaz de enterrar nada en el olvido como siempre pude enterrar mis juguetes en la tierra, lo único que puedo hacer mientras me voy consumiendo poco a poco en este mundo hostil es pensar en ti.

***

Volvía del pueblo a la ciudad, caminando, cuando lo vi en lontananza al girar la carretera en uno de esos días en los que hace tanto calor que te preguntas, con esperanza, si morirás pronto. A él lo había echado de casa su familia y a mí el banco. Pero ambos compartíamos algo en común: No teníamos nada que compartir. Desde entonces, por esa razón, lo compartimos todo. 

Al ver mi silueta levantó el morro y arqueó las orejas, pero al fijarse mejor en mí volvió a bajar la vista y comenzó a caminar de nuevo, cabizbajo. Cuando pasé a su lado no volvió a mirarme. Su caminar era torpe, a ojos vistas estaba exhausto. Su lengua, reseca, le colgaba en apariencia inerte a un lado de la boca. Al ver su mirada perdida tuve la absurda impresión de que se encontraba sumido en sus propios pensamientos.  

Vertí un poco de agua de mi botella de 250ml en la concavidad de la palma de mi mano y le silbé. Nada más ver el brillo acudió de inmediato. Estuvo lamiéndome la mano aún cuando ya no quedaba nada de agua, impidiéndome verter más. Su collar me indicó que otrora había tenido dueño, probablemente alguien que en ese momento andaba muy lejos de allí. Alguien que ni siquiera se merecía las insulsas gotas de agua que aquel perro estaba lamiendo como si se tratara del sueño de su vida. Le di un poco más, y lo acaricié. Él me respondió con un ladrido. Os parecerá una tontería, pero juraría que con ese ladrido intentó decirme algo. Algo alegre, a juzgar por su tonalidad. Así fue como nos conocimos.


Hogaño nos limitamos a vivir como podemos, día a día. Yo toco la armónica en la calle, intercambiando notas por la buena voluntad de aquellas generosas personas que o bien se enamoran de la melodía o bien sienten lástima de mí. Cuando me alcanza el dinero, compro una barra de pan y le doy a él la mitad. Siempre se la come con calma, a mi lado, porque sabe que no se la voy a arrebatar.

De vez en cuando se sienta un poco alejado de mí y se queda contemplando, absorto, la esquina de la calle por la que no para de salir gente, cada uno con su propia vida y sus particulares problemas. Aunque han pasado años, sigue haciéndolo todos los días. Como si esperase a alguien, como si aguardara que después de tanto tiempo una persona a quien aún no ha olvidado fuese a aparecer por esa esquina y a dirigirse a él, para llevarlo de nuevo a una vida con unos problemas seguramente muy distintos a los que tenía la mía.

En esos momentos lo llamo con un silbido y él acude a mí sin dudarlo dos veces, meneando el rabo, y se sienta a mi lado lo suficientemente cerca como para que lo pueda abrazar.

En esos instantes, a pesar de que lo que tenga en el bolsillo no me llegue ni para comprar otra barra de pan, me siento rico.