Los distintos niveles
de interacción entre realidad y ficción
Manuel
Murillo de las Heras
Este
ensayo no trata sobre metaliteratura ni pretende entrar en los debates
filosóficos sobre qué es realidad y qué es ficción, o sobre cómo diferenciar lo uno de lo otro. Toma prestados los conceptos más comunes de ambos
términos. Incluso podríamos definirlos, jugando un poco con la lengua, de la
siguiente manera: realidad como no-ficción y ficción como no-realidad. Sin
embargo, esto no deja de ser un juego lingüístico que no debe ser tomado en
serio, ya que realidad y ficción no son términos mutuamente excluyentes. Su
interacción transcurre en varios niveles, y son todas estas diferentes
interacciones entre realidad y ficción las que me propongo analizar a lo largo
de este texto.
Primer nivel: Interacción
básica.
La
interacción que existe en este nivel es la que inevitablemente se desprende
de la mera existencia de la ficción dentro de la realidad. La ficción
interactúa con la realidad, por ejemplo, cuando una persona lee un libro, incluso
cuando experimenta una emoción real gracias a esa simple ficción, o cuando dos
personas hablan sobre un libro o una película que han leído o han visto. La realidad
interactúa con la ficción porque inevitablemente debe tomar elementos prestados
de la misma para poder existir como, por ejemplo, el lenguaje en el que está
escrita, o, en un nivel algo superior, determinadas áreas del saber (por
ejemplo, leyes físicas en una novela de ciencia ficción) o, incluso (y aquí,
dependiendo de su implicación, los límites se vuelven difusos con el segundo nivel), localizaciones geográficas.
Segundo nivel: Ficción
histórica.
Los
elementos que la ficción toma de la realidad no son sólo los necesarios para su
mera existencia, sino también acontecimientos o personas. A partir de estos
elementos extraídos de la realidad se construye una ficción, que puede
desviarse de la realidad histórica en mayor o menor medida dependiendo del
autor. Hay multitud de novelas de este género, así como también cuentos (“Reunión”,
de Julio Cortázar; “El eclipse”, de Augusto Monterroso).
La
ficción puede tomar, de la realidad, tres cosas: contexto histórico, personajes
históricos y hechos históricos y, por lo común, las obras de ficción histórica
suelen incluir las tres. Ejemplo de una obra que sólo incluya el contexto
histórico es, por ejemplo, “Por quién doblan las campanas”, de Ernest
Hemingway. Los personajes son inventados y, por tanto, los actos que realizan
también lo son. El contexto histórico (en este caso, la guerra civil española) es
un telón de fondo que se utiliza para contar una historia sobre unas relaciones
ficticias entre personajes ficticios. Por otro lado, es raro encontrar una obra
que incluya personajes históricos sin incluir su contexto, ya que lo último se
puede disociar de lo primero, pero no al revés. Ahora bien, sí
existen las historias en las que se dé un contexto histórico y unos personajes
históricos y, sin embargo, no se den hechos históricos o los hechos
supuestamente históricos en realidad sean falsos, o, dicho de otro modo, pura
ficción. Por poner ejemplos alejados de la literatura, mencionaré dos sacados del cine: “Malditos bastardos” y “Érase una vez en Hollywood”. En ambas
películas, escritas por Quentin Tarantino, se da un contexto y unos
personajes reales, pero cambian por completo los acontecimientos históricos que
tuvieron lugar. Cuando esto ocurre, hablamos de ficción ucrónica. En ocasiones,
la línea entre la ficción y la realidad en lo que se refiere a contexto,
personajes y hechos se vuelve difusa. Ejemplo de ello son los cuentos de
Borges, llenos de referencias históricas y fechas, muchas de ellas inventadas,
y de personajes históricos que interactúan con otros que no lo son.
Tercer nivel: La
ficción invade la realidad dentro de la ficción.
Quizá
el ejemplo más claro de esto sea el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis
Tertius”, de Borges. En este cuento se habla de unos supuestos acontecimientos
reales (habla de sí mismo y de su amigo, Bioy Casares –quien escribió otra obra en
la que también se alcanza este nivel de interacción, “La invención de Morel” –)
que en realidad son ficticios. En esta supuesta realidad ficticia los
personajes dialogan, visitan bibliotecas e investigan acerca de una
enciclopedia. Tal enciclopedia, que existe en la realidad ficticia, habla de un
mundo completamente inventado. Ese mundo es la ficción dentro de la ficción.
Pues bien, al final del cuento, algunos de los objetos de ese mundo inventado
empiezan a aparecer en la realidad de los personajes. Es decir, la ficción
dentro de la ficción entra en el plano de la realidad ficticia, interactúa
directamente con ella, la invade. En un menor nivel podríamos poner de ejemplo,
también, “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, de Miguel de
Cervantes. En esta obra también hay una realidad ficticia (donde habita Alonso
Quijano) y una ficción dentro de la ficción (las novelas caballerescas que lee
Alonso Quijano), y Alonso Quijano se ve invadido por ellas, de manera que esta
ficción dentro de la ficción nuevamente invade la realidad ficticia (aunque, en
esta ocasión, sólo en la subjetividad del protagonista). Pero si hay otro buen
ejemplo de esto es, sin duda, “Continuidad de los parques”, de Julio Cortázar.
En este brevísimo cuento, un personaje lee una novela sobre un asesino que lo
mata mientras lee dicha novela.
Cuarto nivel: La
ficción apela a la realidad.
Al
apelar a la realidad, la ficción se vuelve, en cierto modo, dependiente de
que, en la realidad, esta apelación surta efecto. Ésta puede
ser más o menos evidente. El ejemplo más evidente de todos es el librojuego. Un
librojuego te indica, al principio del libro (a modo de instrucciones de
lectura), que tú, como lector, debes tomar las decisiones de los
protagonistas (normalmente señaladas al final de cada capítulo). Dependiendo de
la opción que escojas, el libro te indicará que sigas leyendo por una página o
por otra y, por tanto, serás el responsable del final de la historia (el libro
en sí, como objeto, contiene muchos finales posibles para la historia, pero
llegar a uno depende de ti). Rechazar estas indicaciones convertiría al libro
en algo caótico y sin sentido ni coherencia.
Existe,
sin embargo, otro ejemplo de un libro con instrucciones pero que, a pesar de
tenerlas, también te invita a saltártelas. Hablo de la novela “Rayuela”, de
Julio Cortázar, en la que, al principio del libro, hay unas instrucciones con
un orden sugerido para leer los capítulos, otro orden diferente que incluye
algunos capítulos más y que aporta otras cosas a la novela y, por último, una
indicación de que también puedes leer los capítulos en el orden que prefieres
creando, así, una novela distinta.
A
esto le siguen ejemplos de apelaciones menos evidentes, como libros
escritos en segunda persona (“Aura”, de Carlos Fuentes) o libros de una
estructura más o menos compleja que impiden a la historia contarse por sí sola
y requieren de un esfuerzo extra por parte del lector (“La casa de hojas” de
Mark Z. Danielewski o “Los detectives salvajes” de Roberto Bolaño).
El
ejemplo de apelación más sutil de todas es cuando no hay apelación explícita ni tampoco una estructura compleja, pero aun así se involucra al
lector. Ahora mismo, el ejemplo que me viene a la mente es “Crónica de una
muerte anunciada”, de Gabriel García Márquez. En esta novela se dice en la
primera línea que van a matar a Santiago Nasar en algún momento del libro. Al
tratarse sólo de ficción, y estar avisado ya de lo que va a ocurrir, puedes
impedir que ocurra el asesinato simplemente dejando de leer tras ver lo que hay
escrito en la primera línea. En cambio, continuar con la lectura te convierte
en cómplice. Esta idea del espectador cómplice también está desarrollada, de forma
mucho más evidente, en (volviendo de nuevo al cine) “Funny Games” de Michael
Haneke.
Quinto nivel: La
realidad modifica la ficción.
El
ejemplo más simple es la censura, que puede darse por muchos motivos.
Ejemplificando cómo la censura parcial puede modificar la ficción (aparte de,
sencillamente, eliminarla), me remitiré de nuevo al cine, concretamente a la
película “Die fetten Jahre sind vorbei”, escrita por Hans Weingartner. Lo que
ocurre con esta cinta es que tiene una secuencia final que algunos países
recortaron y otros países no. Esta secuencia final es clave para definir a uno
de los personajes que aparecen en la cinta y, dependiendo de la versión que visualices,
el personaje habrá sido despreciable o el personaje habrá sido muy bueno.
Ahora
bien, ¿puede la realidad modificar la ficción sin censurar? Sí. De momento no
se me ocurren ejemplos de esto (modificaré esta parte cuando dé con uno), así
que pondré, como muestra, un cuento que yo mismo escribí. Este cuento trata de un
chaval que debe escribir un cuento para un certamen, pero no sabe sobre qué
hacerlo, y relata cómo, mientras lo piensa, pasa el día con una amiga de la que
está enamorado. Su conflicto: es tan tímido que jamás se atrevería a
decírselo directamente. Al final, resuelve escribir el relato describiendo el
día que pasó con ella (que sin duda su amiga reconocería en cuanto lo leyera),
incluyendo su propio conflicto de estar enamorado y no poder decirlo. Esto
significa que si el cuento ganaba el certamen, al seguir ella sus
publicaciones, lo leería y sabría que él estaba enamorado. Si no lo ganaba, en
cambio, ella nunca lo sabría. De este modo, el propio jurado receptor del
cuento real es partícipe de la historia ficticia del cuento, porque del hecho
de que ellos decidan nombrar al cuento ganador o no en la realidad (premio que se nombraría en la publicación del relato) dependerá la
resolución de la historia en la ficción.
Sexto nivel: La ficción
invade la realidad.
El
título es muy parecido al del tercer nivel, sólo que esta vez la invasión no
ocurre dentro de la ficción. No abundan los ejemplos. El que me viene a la
mente es “La guerra de los mundos”, de H. G. Wells, que narra, precisamente, una
invasión. La invasión ficticia que narra la novela es una invasión de los
alienígenas a la tierra. La invasión de la ficción a la realidad ocurrió de
manera accidental. Se decidió adaptar la novela (adaptación que llevó a cabo
Orson Welles en 1938) a un formato de serial radiofónico y se avisó convenientemente
de que todo lo que se iba a radiar era ficción. Sin embargo, una gran cantidad
de personas sintonizaron la radio después de que se diera esta advertencia y
todo cuanto escucharon fue que los alienígenas estaban llegando a distintas
localizaciones de Estados Unidos. Entre todas estas personas cundió el pánico y
se creó una gran alarma social. Para todas estas personas, en un momento
determinado de algunos lugares determinados, la ficción escrita por H. G. Wells
dejó de ser ficción. El pánico de los personajes de la novela se convirtió en
realidad con la población estadounidense de la época y, para ellos, dicha
invasión fue real.
Ante
esta oleada de pánico, Welles respondió con disculpas. Creo que este
acontecimiento es algo que hay que reivindicar y estudiar más, ya que es insólito
que la ficción alcance tal nivel de interacción con la realidad.
Séptimo nivel: La
ficción modifica la realidad.
La
religión, que es un subgénero del género fantástico en la literatura, es un
ejemplo de esto. Como obra paradigmática de este subgénero tenemos la Biblia, que
a día de hoy sigue siendo el libro más vendido a nivel mundial. Para explicar
todo lo que esta obra de ficción (junto con otras, llenas también de historias
y de fábulas, como el Corán, o los mitos de distintas religiones
escandinavas, griegas, africanas, etc) contribuyó a la modificación de la
realidad (no sólo a la realidad material posterior a su publicación, sino también a la percepción sesgada de la
realidad histórica anterior a ella) se podrían rellenar varios libros más.
Baste, simplemente, preguntarle al lector: ¿Cómo sería el mundo si estos libros
nunca se hubiesen escrito?
Octavo nivel: La
ficción crea la realidad.
Sólo
se me ocurren dos géneros de novela que puedan alcanzar este nivel de
interacción: la novela negra y la novela de ciencia ficción. Respecto a la
novela negra, hablaríamos de un crimen real que emulase uno ficticio. Ejemplos
de esto lo encontramos en la novela “Rabia”, de Stephen King, que está
actualmente descatalogada, dado que hace ya muchos años el propio escritor exigió
que se dejase de imprimir. El motivo fue que algunos niños que habían
protagonizado tiroteos escolares manifestasen haberse inspirado en la
novela (que describe precisamente eso). Respecto a la ciencia ficción, son
abundantes las novelas que incluyen descripciones y funciones de aparatos que
no existen en la realidad. Julio Verne describió los submarinos, la energía solar,
los viajes a la luna y las videoconferencias mucho antes de que estas cosas
existiesen. Lo mismo ocurre con Isaac Asimov y algunas de sus descripciones
robóticas, muy adelantadas a su tiempo. Sin embargo, la mera existencia
posterior de estos aparatos no implica el octavo nivel de interacción. Este
nivel de sólo se cumpliría si tales objetos se hubiesen inventado en
base a (o inspirado por) las descripciones dadas en la ficción.
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