Un joven apuesto está de pie en
mitad de una plaza. Tras él hay un banco donde descansa un hombre mayor. El
otro banco está vacío. El joven parece muy excitado. Se acerca al borde del
escenario e hincha sus pulmones antes de hablar.
EL JOVEN
(Al público)
Ni
siquiera sé su nombre
pero
una cosa sí es cierta:
de
cuantas he conocido
es
sin duda la más bella.
¡Cuán
hipnótico resulta
el
caminar de sus piernas!
¡Cuán
intenso es el mirar
desde
esos ojos de almendra!
¡Y
cuán tiernos sus labios
cuando
sueño que me besan!
EL VIEJO
¡Ah!
Pareces bien prendado
de
una bella jovenzuela.
EL JOVEN
(Sobresaltado por la intervención del viejo. Lo mira antes de hablar)
Yo
diría enamorado.
(En ese momento la chica entra por el otro
lado del escenario, el derecho. Se sienta en el otro banco y comienza a leer un
libro)
¡Oh, es ella!
La
quiero desque la vi
y mi corazón la anhela.
Y
tal vez pregunte usted
¿Pues
cómo, sin conocerla?
No
es difícil de explicar,
lo
entenderá usted al verla.
¿Cómo
puede un corazón
soportar
tanta belleza?
EL VIEJO
Por
un motivo muy simple
no
entiendo yo de belleza
y es que desde que nací
yo
padezco de ceguera.
EL JOVEN
¿Cómo
puede un corazón
soportar
tanta tristeza?
EL VIEJO
Si
bien es cierto que es duro
no
es tan triste como piensas,
pues
aunque todo esté oscuro
no
me siento entre tinieblas
y no sufro así de vista
ningún
engaño ni treta.
EL JOVEN
¿Y
cómo me iba a engañar
mi
vista, tan fija en ella?
¿Acaso
no iba a saber
descubrir
una careta?
¿Acaso
es su pretensión
insultar
mi inteligencia?
EL VIEJO
No
dije yo que a tu vista
importancia
no concedas,
pero
tampoco te dejes
solamente
guiar por ésta
y cometas el error de
juzgar
por apariencias.
EL JOVEN
No
sé por quién me ha tomado.
¡Voy
a hablar con ella!
EL VIEJO
Que
tengas suerte, muchacho.
Si
no fuera como esperas
y quisieras un abrazo
Aquí
estaré, a tu vera,
sin
prisa alguna, sentado.
EL JOVEN
(Exasperado)
¡Pero
cuánto desparpajo!
¿Por
qué iba a rechazarme ella?
Soy
un muchacho agraciado,
apuesto
y con entereza.
Y
aún así, si es que fracaso
¿Quién
te ha nombrado albacea
de
mi sueño hecho pedazos?
¿O
es que eres la panacea
del
corazón destrozado?
Viejo
ciego, no te creas
que
puedes darme un sermón.
¿Qué
de ti la gente espera?
¿Qué
sabes tú sobre amor?
EL VIEJO
Si
al mirar buen uso dieras
habrías
visto que en la mano
llevo
anillo de casado
y desde antes que nacieras.
EL JOVEN
Me marcho
EL VIEJO
¡Espera!
EL JOVEN
¿Qué
quieres? Me estoy hartando.
EL VIEJO
¡Que
muy buena suerte tengas!
El joven se dirige a la chica y
se sienta a su lado, en el otro banco
EL JOVEN
¡Hola!
Te vi aquí sentada
y he notado en mi interior
que
algo intenso despertaba
y yo creo que es amor.
LA CHICA
(Cerrando el libro y mirándolo de arriba a abajo)
¿Sólo
me amas con los ojos
o igual con el corazón?
EL JOVEN
Y
también con los oídos
amo
el timbre de tu voz.
¡Dime
que también me quieres!
¡Dilo
bien alto y marchémonos!
LA CHICA
Pero
si no te conozco
¿Cómo
iba a quererte yo?
Mis
ojos sí que te han visto
pero
mi corazón no.
Lo
único que de ti sé
haciendo
uso de razón
es
que me has interrumpido
mientras
leía un buen autor.
¡Cuánto
te importa mi cuerpo
y cuán poco mi pasión!
La chica se levanta y camina con
paso resuelto hasta desaparecer por el lado izquierdo del escenario. El joven
la sigue, pero se detiene al lado del banco y, abatido, se sienta junto al
viejo.
EL JOVEN
No
lo entiendo ¿Qué ha pasado?
¿Me
juzgó por la apariencia?
EL VIEJO
¡Oh,
no! Todo lo contrario.
Quien
no juzgó ha sido ella.
Se
habría ido a tu lado, si
sólo
por tu aspecto fuera.
EL JOVEN
¿Entonces
todos debemos
juzgar por apariencias?
EL VIEJO
O
que ninguno las juzgue.
En
ambos casos habrá amor:
En
unos puede que dure (le pone al joven su
anillo de casado delante de las narices)
y en otros puede que no.
Telón.
Manuel Murillo de las Heras